viernes, 14 de febrero de 2014


París, 1941-1944
Las polémicas fotos en color de Monsieur Zucca


Cuando Steven Spielberg  iba a comenzar el rodaje de “La lista de Schlinder” (1993) dejó claramente establecido que para él “toda imagen de la Segunda Guerra Mundial debería filmarse en blanco y negro”.
Es que los millones de imágenes que tenemos de esos tiempos, raramente son en color.
El desarrollo de la tecnología/color aún no estaba masificado y el propio dramatismo de la época,  llevó a que en el imaginario general esos registros gráficos serían para siempre en una gama de grises, del más oscuro al más claro.
La última vez que visité París fue en enero de 2007 y  ya se hablaba entonces de “las fotos en color de André Zucca” que serían expuestas- en un total de 270- en la Biblioteca Histórica de la Ciudad en pleno barrio del Marais un año después.
Zucca había nacido  en el Piamonte en 1897. Siendo  niño viajó a Estados Unidos y en 1915 fue a Francia donde se establecerá hasta su muerte.
No fue un fotógrafo famoso en su época y murió- bajo el nombre de André Piernic- en 1973 viviendo  modestamente y  sacando fotos de bodas, cumpleaños y bautismos.
Entre medio fue un decidido colaboracionista de los ocupantes alemanes y fotógrafo contratado por  la revista de propaganda nazi SIGNAL para la que sacaba fotos que le pagaban  muy bien.
Curiosamente pocas veces las mismas fueron publicadas y simplemente quedaron como “registros” en su propio archivo personal. Es más, ninguna de estas fotos en color de París se publicó nunca porque no se consideraron “interesantes” por las autoridades alemanas.
En 1941 los servicios de ocupación nazi le entregaron una cantidad importante de película AGFACOLOR (la competencia directa de la norteamericana KODAKOLOR), un material del que ningún otro fotógrafo disponía por su elevado costo y la imposibilidad de obtenerlo si no era con orden “directa de los servicios de  propaganda de las fuerzas de ocupación”.
Zucca se dedicó entonces- pacientemente-  a fotografiar la vida parisina que le rodeaba entre 1941 y 1944.


La Muestra y el escándalo
 La exposición “Los parisinos bajo la ocupación abrió finalmente en Marzo  de 2008 y desencadenó un escándalo de proporciones.
Las fotografías fueron consideradas “políticamente incorrectas” al mostrar una ciudad que no parecía estar pasando los rigores de una ocupación militar, con “deslumbrantes colores y gente animadamente común” y - por sobre todo-  aparentemente “ajena a los horrores que se vivían en esos tiempos”.
Zucca había muerto hacía 35 años, su hijo Pierre, quien fuera realizador y guionista cinematográfico también, no sin antes ofrecer el archivo de su padre a la Biblioteca Histórica de París- unos 25000 negativos- por una suma simbólica.
Temía que si las llevaba a subasta, las mismas podían ser compradas por grupos privados “de interés” que las destruyeran.
Nunca se habían visto públicamente con anterioridad.
El conflicto (nunca resuelto)  de décadas que sobrellevan los  parisinos  por su actitud colectiva durante  la ocupación alemana volvió a la superficie.
A las voces clamando por la clausura directa de la Muestra se sumaron  otras que dejaron claro que las fotos fueron “registros espontáneos”  de esos años que mostraron- eso sí- a una parte de la población en su vida diaria y no a la totalidad de la misma.
 La vida en Paris  no se paralizó, la gente siguió viviendo como pudo y algunos (más de los que pueda aceptarse para muchos) “no la pasaron tan mal” pero de esto nunca se habla aunque es históricamente cierto.
Los espectáculos brillaron y los cabarets y clubes nocturnos trabajaron a sala llena. Algo que pocas veces se recuerda, porque se deberían entonces nombrar a los artistas –muy famosos varios de ellos- que participaron de los mismos…
En sólo dos de las 270 fotos se ven a ciudadanos judíos con la Estrella de David pegada en sus abrigos (una de ellas se puede ver en esta nota).
No hay colas por el racionamiento ni arrestos masivos registrados.
También se ven las banderas de cruz gamada ondeando por la Rue de Rivoli ,  jóvenes francesas departiendo en los Jardines de Luxemburgo o luciendo sombreros a la moda de entonces por la Place Vendôme.
Jean Baronet, curador de la Muestra,  asumió vivamente la defensa de la misma afirmando “a diferencia de Robert Capa, no pertenece a ningún círculo político, el fotógrafo era un individualista que sólo sacó las fotos que le parecieron pertinentes, las fotos que consideró adecuadas para reflejar el momento que estaba viviendo”.
Es sugestiva la madre con su hijo cruzando la calle a pasos del Arco de Triunfo donde un enorme cartel anuncia una gran exposición sobre “Los bolcheviques contra Europa” que se llevaba a cabo en esos momentos en la Salle Wagram o  un hombre mirando un aviso con la leyenda “Si quieres ganar más dinero, ven a trabajar a Alemania”, algo extraordinariamente raro en su utilización del “tuteo” que sabemos no es común entre los franceses.

Negociación ante un tema tabú
 Finalmente, y ante la posibilidad –real- de que algún grupo de exaltados atacara la Muestra y la negativa a clausurarla, se negoció entregar a cada visitante (fueron miles,  alentados por la polémica) una “hoja de sala” que enmarcaba el contexto histórico en que las fotos habían sido tomadas.
El historiador Jean-Pierre Azéma sugirió que la exposición cambiara su nombre por el de “Algunos parisinos bajo la ocupación” pero no fue atendida su propuesta,  pese a ser el autor del prólogo del libro/ catálogo.
Otros intelectuales tomaron la opción de manifestarse indignados ante los clamores de censura con frases como “¿Es necesario explicar a un espectador la foto de tres muchachas con lentes de sol en las que un fotógrafo se detuvo,  o aclarar que ese hombre mostró lo que quería de una ciudad que siguió su trajinar en medio de la ocupación? “.
El catálogo de la Muestra-editado por Gallimard- se agotó a los pocos días. 
Un comentario .nunca probado- es que algunas personas compraron cientos de ellos para “sacarlos de circulación”. 
Esto nunca se constató de forma fehaciente,  pero es interesante saber que la editorial nunca aprobó una “segunda edición” pese a los reclamos al respecto.
Un amigo uruguayo que vive hace años en Paris lo encontró (usado) en una librería barrial  y me lo trajo de regalo.
Es así que podemos hoy compartir una pequeña muestra de estas polémicas fotos.
André Zucca fue arrestado luego de la “liberación de París”, acusado de colaboracionista.
Lo fue, sin duda.
Estuvo preso casi un año y al salir de la cárcel se mudó  a Dreux donde vivió modesta y cautamente por casi 30 años como Monsieur Piernic, el fotógrafo “para fiestas familiares”.
Durante los meses que duró la Muestra se recordaron comentarios formulados por artistas de aquellos años.
 Me llamó la atención una frase de la actriz/ estrella Arletty (murió a los 94 años en 1992)  quien entre otras películas estelarizara  en 1942 (plena ocupación) el clásico “Los visitantes de la noche” dirigida por Marcel Carné.
Consultada por su vida en  aquellos años,  se limitó a resumirlos en esta frase: “Mi corazón era francés,  pero mi culo, internacional”.
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Las fotos han sido tomadas del catálogo de la Exposición “Les parisiens sous l'occupation” realizada entre el 20 de marzo y  el 1 de julio de 2008 en la Bibliothèque de la Ville de Paris.  Ediciones Gallimard, Paris- 2008.
La revista Signal fue comprada por el autor de la nota en la feria de Tristán Narvaja de Montevideo en 1997.











viernes, 7 de febrero de 2014

El otro James Dean



Puede ser por su miopía, por su  cara, la sonrisa infantil no carente de morbo, por alguno de sus gestos. Pero el escritor francés Robert Brasillach – hoy en el olvido más absoluto- en algún momento fue llamado “el otro James Dean”.

Una promesa frustrada
Fue un escritor que prometía, y que durante duros tiempos para la humanidad se transformó en EL COLABORACIONISTA por antonomasia para toda una sociedad, como lo define la estudiosa Alice Kaplan  de la Duke University quien publicó hace poco “The Collaborator”  (aún sin traducción al español), considerado un trabajo –casi- definitivo sobre esta figura que según se anuncia ahora, puede llegar al cine como una gran superproducción del cine galo.
Muchos recordamos “Lacombe,  Lucien” (1974) la película de Louis Malle que se animó a tratar el tema de los colaboracionistas  franceses en una época en que era tabú como tema y aquella historia ubicada en 1944 en un pueblito del suroeste francés en el que Lucien de 18 años, hijo de un miembro de la resistencia (en la que no le es permitido ingresar) se une al grupo de colaboracionistas que lo pondrá en situación de conseguir, al menos por un período de tiempo, lo que quiera en materia de poder…
Robert Brasillach no era un jovencito de 18 años cuando fue fusilado (tenía 36 años) por orden directa de Charles De Gaulle  el 6 de febrero de 1945 juzgado como traidor a su patria.
Se dice que hasta 1939 era LA joven promesa de las letras francesas, aunque hoy, el revisionismo histórico dice que no era para tanto.

El paso del tiempo…
Visto en perspectiva,  ya en 1937, dos años antes de comenzar la II Guerra Mundial,  había viajado a Núremberg  al histórico congreso nacionalsocialista dando por resultado su reportaje/ libro “Cien horas con Hitler”.
También había escrito (junto a quien sería su cuñado, Maurice Barèche) una reconocida Historia del cine que aún hoy se lee por lo documentado del trabajo cuando aún no había  muchos estudios importantes sobre el tema.
Después creyó y predicó que la verdad estaba en la Alemania nazi al punto de integrar la publicación fascista francesa de la época “Je suis partout” desde donde fustigó a diestra y siniestra a quienes “tenían raíces judías o eran amigos de estos”.

Un infame traidor sincero
Hoy puede decirse que Brasillach fue un “traidor sincero” quien  efectivamente creía en esas ideas de modo absoluto.
Otros como él- tal vez el más famoso fue Cèline- logró ser indultado en 1951 y volvió a Francia desde Dinamarca donde se encontraba exiliado en 1957.
Brasillach fue juzgado durante tres días y fusilado casi de inmediato pese a una célebre carta de petición de gracia dirigida a De Gaulle y firmada por destacadísimos intelectuales contrarios a la ideología nazi.
Estos parecían haber olvidado que el joven escritor había denunciado desde “Je suis partout” a aquellos quienes  “observan una actitud reticente ante los ocupantes alemanes” y llegando a la infamia de revelar los apellidos originales de quienes “habían maquillado su identidad para sobrevivir”.

Los olvidados
Si hoy se hace una lista de aquellos nombres de escritores que abiertamente colaboraron con los ocupantes alemanes surgen fácilmente el ya nombrado Cèline, pero también Montherlant, Paul Claudel y Mauriac, que-increíblemente- no eran del gusto nazi como sí Brasillach, Drieu La Rochelle y Alphonse de Chateaubriant.
 Hoy olvidados definitivamente, salvo Cèline,  quien es un gran poeta que sobrevive a todo.
Época negra para los franceses, que poco quieren  recordar porque abarca más nombres de los que se pueda pensar.
Los archivos siguen negando cada vez más aquella “verdad” que se quiso vender al mundo al finalizar la guerra: “Hubo una mayoría resistente y una minoría colaboracionista”.
 La Profesora  Kaplan, autora del libro sobre Brasillach dice “Esta genial ficción política del General De Gaulle le permitió evitar una guerra civil en su país y el fusilamiento del joven escritor fue,  en este sentido,  el último gesto de esa misma política”.
Cuando en 2002 Bertrand Tavernier estrenó “LAISSEZ-PASSER” (con este nombre se estrenó en Cinemateca Uruguaya) sobre la experiencia de dos artistas del Estudio Continental, creado para filmar películas nazi/francesas fue criticado por proponer una mirada benevolente entre el “sobrevivir y resistir” cuando estaba mostrando algo más acorde a la realidad  sobre lo que pasó en aquellos años.
Cuando se transforme en película “The Collaborator “(sin título definitivo aún)  en un par de años, podremos tener una nueva mirada hacia Robert Brasillach, a quien la historia ya juzgó hace mucho tiempo, más allá del fusilamiento firmado por De Gaulle en 1945 como gesto final a una época de la que todos creyeron  huir pero que cada tanto revela nuevos descubrimientos. Y seguirá haciéndolo…esta historia NO terminó.
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Robert Brasillach en su juventud c.1935

viernes, 24 de enero de 2014

Soraya, cazada, repudiada, rica e infeliz…




Para que el nombre que titula esta columna tenga sentido, los probables lectores deberán tener más de 35 años.
Dudo que alguien de menor edad pueda recordar a esta mujer que durante muchos años vivió entre el más deslumbrante “jet set” europeo,  muriera-en misteriosas circunstancias nunca aclaradas en 2001-  y fuera considerada “la princesa de los ojos tristes” al haber sido “repudiada” por su marido, el Sha Reza Pahlevi en 1958, por la imposibilidad de poder darle hijos…
En una época en que estas historias “vendían mucho”, Soraya (¿se imaginan a cuantas mujeres en el mundo le pusieron ese nombre por ella?) se convertirá en un “personaje” elegante y luminoso de toda Europa.

Su vida
Nacida en Ispahán (cerca de Teherán) el 22 de junio de 1932,  su verdadero nombre era Soraya Esfandiary.
Hija de Khalil Esfandiary,  de la nobleza iraní y de Eva Karl, alemana,  su belleza fue especialmente deslumbrante.
Fue la segunda esposa  de Mohamed Reza Pahlevi con quien se casó en 1951.
Se dice que el Sha la conoció por una fotografía suya que lo deslumbró y “ordenó” el casamiento. Fue un caso de caza imperial...
Esa boda y los años que le siguieron fueron- de acuerdo a lo relatado por la propia Soraya muchos años después- “Un verdadero tormento (…) No tardé en darme cuenta de que las mujeres de la corte poseían mucho poder. En una palabra, la corte real era demasiado femenina. Las hermanas del Sha y su madre, aunque oficialmente carecían de poder, mandaban en todos los asuntos de Estado. Era un régimen matriarcal que siempre me detestó”.
También habló de que su supuesta infertilidad no fue más que “una burda mentira urdida por un grupo de médicos iraníes para obligar al Sha a repudiarme”. Extremo este nunca probado.

Después del repudio
Pero más allá de los supuestos “ojos tristes “de la  princesa, poco evitó los muchos romances que tuvo luego del divorcio.
Se dice que el primer pretendiente que tuvo fue el rey Faruk de Egipto, pero de allí a otros millonarios magnates de toda Europa su vida sentimental fue bastante movida.
Poco quedaba entonces de aquella muchachita que el 12 de febrero de 1951 con 19 años y pesando 40 kilos se casaba con una ceremonia de cuento de hadas en una tarde de Teherán bajo la nieve,  enfundada en un vestido realizado especialmente por Christian Dior en lamé de plata  y piedras preciosas con un peso de 17 kilos que-literalmente- la hizo desplomar al piso camino al Palacio donde se celebraría la boda.
Era una belleza serena de ojos hermosamente claros.
Nunca tuvo idea del tipo de régimen que encabezaba su esposo el Sha  a quien por años influyeron de modo fundamental dos personas: su hermana melliza,  Ashraf  y un jardinero gay, Ernst Prodon (conocido como el “Rasputín de Irán”) quien había sido compañero de estudios del Sha en Suiza y al que quiso tener a su lado hasta su muerte viviendo como su único y privilegiado confidente y amigo especialísimo.
La hermana y Ernst detentaban un poder REAL y siniestro en el país.
Al separarse,  el Sha le permitió a Soraya seguir utilizando el título de” princesa imperial”, le regaló  una cuantiosa fortuna y un pasaporte diplomático de por vida.
No fue poco.
 Salieron entonces decenas de crónicas supuestamente escritas por Soraya con frases como: “Mis lágrimas se habían agotado para dejarme en el fondo de mis ojos un brillo intenso. La vida ya no sería nunca lo que fue…” que hicieron las delicias de millones de señoras y señoritas de entonces en el mundo entero.

Soraya y el cine
Quiso convertirse en actriz de cine  y será la película “Los tres rostros de una mujer” (1964) la que supuestamente “lanzaría” su carrera y fue publicitada con bombos y platillos.
Pese a estar dirigida por Antonioni, Bolognini  y Franco Indovina fue un fracaso total.
 En el elenco estaban los eminentes Alberto Sordi y Richard Harris que poco pudieron hacer.
Película de “episodios” como se estiló durante un tiempo en el cine italiano de entonces, en el primero de ellos Soraya huía de los periodistas que la acosaban y se encontraba con Dino de Laurentiis en persona, en el segundo tiene varios “amantes célebres” y termina en el tercero con una historia de enamoramiento mutuo con Alberto Sordi.
En Montevideo se estrenó el 15 de Julio de 1965 en el cine Plaza sin mayor éxito, la gente ya la estaba olvidando y ni siquiera la curiosidad movió multitudes.

Una muerte anunciada
Fue encontrada muerta por su mucama en su apartamento en Paris en octubre de 2001, sufría de varices severas en las piernas que la atormentaban, estaba sola y deprimida.
No soportaba la cercana llegada de los 70 años.
Murió sin dejar testamento,  dejando  una fortuna de más de 80 millones de euros que por vericuetos legales fueron a dar al fisco de… Alemania.
Está enterrada en el cementerio de Múnich.
Para asombro de muchos,  fue la única integrante de la familia imperial no repudiada por el régimen de Jomeini ni jamás fue acusada por el régimen de los ayatolás. Las verdaderas razones se desconocen y nunca más se habló de ella.
Si viviera,  este año 2014 cumpliría 82 años.
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Soraya en un fotograma de su película "Los tres rostros de una mujer", 1964



viernes, 17 de enero de 2014

El prestigio cultural de las lágrimas



Resulta sorprendente que haya tan poco estudio publicado sobre las lágrimas y que una vez que nos ponemos a pensar en ello surjan las más interesantes consideraciones.
La publicación de “El llanto. Historia cultural de las lágrimas” de Tom Lutz (por parte de Taurus) viene a llenar un vacío.
Es curioso y comprobable saber  que en el cine,  los malos –generalmente- no lloran pero si ríen.
El llanto está reservado para los personajes buenos o sufrientes.
El misógino de  Oscar Wilde escribió “El llanto es el refugio de las mujeres feas pero la ruina de las bonitas”.
En algo tiene razón.

Llanto femenino, llanto masculino
 Muchas veces hemos escuchado a mujeres (hoy sobre todo, las mayores) decir “he llorado tanto…” como si esas lágrimas les redimieran de todo y marcara una elevación en la consideración de quien recibe la frase.
En “Los muchachos no lloran” (1999) Hilary Swank era una chica que quería ser chico y pagará con su vida su decisión.
El título de la película era toda una declaración de la que hemos escuchado hablar todo el tiempo: LOS HOMBRES NO LLORAN.
Vaya uno a saber a quién se le ocurrió semejante mamarracho porque los hombres lloramos aunque-justo es decirlo- no hacemos ostentación de ello.
Hoy “podemos llorar porque nos da la gana, verter todas las lágrimas que sean necesarias o hacer de nuestras palabras lágrimas, porque el llanto es para cualquier persona un acto natural que encierra diversas emociones y pensamientos”.
Digamos que en los últimos años que el hombre sensible llore,  se ha validado.

Cine y lágrimas
Repasemos algunos títulos de películas que tuvieron a las lágrimas de protagonistas  (en sus títulos locales, que ya sabemos que pueden ser terroríficas en la traducción) simplemente para ver hasta qué punto las lágrimas eran- y son convocantes. : “Lagrimas de hombre” (1939); “Lágrimas de una madre” (1946) que no podía faltar como título y con Olivia de Havilland, con fama de llorona y mala; “La mujer sin lágrimas”( 1951) nada menos que con Libertad Lamarque una llorona estelar por décadas; “Lágrimas amargas” (1952) con Bette Davis; “Lágrimas robadas” (1953) con Delia Garcés;  “La lágrimas de Petra von Kant” (1972); “Moscú no cree en lágrimas” (1979) que fue  una adelantada de la perestroika (!); “EL juego de las lágrimas” (1992) que incluía escena de “sorpresa” sexual…; “Lágrimas  del sol” ( 2003) con Bruce Willis en el elenco o la iraní “Lagrimas y frío” (2004).
De acuerdo a lo que el historiador Tom Lutz propone en su libro:  “aunque el llanto es una referencia recurrente en la literatura, son escasos los estudios que se han hecho desde la perspectiva de la ciencia médica o las disciplinas sociales para explicar el confuso lenguaje de las lágrimas, que lo mismo puede expresar frustración, súplica, orgullo, liberación, alegría o tristeza, por mencionar sólo alguno de sus significados”.
Lutz pasó cinco años de su vida estudiando las lágrimas. ¿Habrá llorado mientras escribía su libro?
Posiblemente sí.
William Blake escribió “El exceso de pena ríe. El exceso de dicha llora
Al  Werther de Goethe se le ve como un héroe romántico por llorar como loco, a otros no y se transforman en meros llorones que no generan empatía alguna.

Otras lágrimas…
Yo no supe que se podía llorar de alegría hasta que terminé primer año de liceo y salvé con buena nota.
Mi madre se puso a llorar y ante mi pregunta de por qué lloraba me contestó “se puede llorar también de felicidad”.
La pobre moriría pocas semanas después.
El llanto tiene un prestigio del que carece la risa”.
Los malos del cine ríen.
Reír es para ellos lo que para los “buenos “es llorar.
La risa tiene también sus películas: “Operación risa” (1964) que era soviética; “Risas y tiros en el circo” (1960) de las “dos” Alemanias (RFA y RDA); La sonrisa de mamá” (1971) con Libertad Lamarque (que era buenísima y reía  y lloraba pero moría de una “enfermedad terminal” al final…); y hasta los egipcios se decidieron con “Risas, juegos, seriedad y amor”(1993) con Omar Sharif, los búlgaros  hicieron lo propio con “Sonrisa por cien pesos”(1995) para público infantil y hasta llegamos a “La sonrisa de Mona Lisa” (2003) con Julia Roberts.

El libro
Historia cultural de las lágrimas” se lee con mayor atención que lo que el título podría sugerir.
¿Qué tan lejos quedaron los tiempos en que la gente iba al cine a ver una buena película “para llorar”?
A veces no viene nada  mal y puede ser un buen ejercicio catártico.
Escribe Tom Lutz: “Dejar de llorar es inhumano, deberíamos preocuparnos por no tener suficiente corazón pero, en cambio, no tenemos que preocuparnos de que el mundo se quede sin lágrimas…”.
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El descendimiento de la cruz, de Roger van der Wayden, c. 1436




viernes, 10 de enero de 2014

Insoportable, traicionero,  talentoso y suicida.


Hace ya unos cuantos años, dirigiendo una sala teatral,  se me ocurrió programar una serie semanal de lecturas con varias primeras figuras de entonces.
Asì desfilaron- entre muchos otros/as- Alberto Candeau (leyendo el discurso de aceptación del Nobel de William Faulkner), Enrique Guarnero ( leyendo a Edgar Allan Poe), Maruja Santillo ( leyendo a Gertrude Steir), Estela Medina ( Emily Dickinson), Armando Halty (Norman Mailer) y Luis Bebe Cerminara leyendo a Truman Capote.
Me costó bastante convencerlo porque según Cerminara , “Capote es un ser inaguantable”….Le proporcioné varios textos de “Música para camaleones” hasta que finalmente me dijo,” bueno, lo hago”, sin imaginar por un instante que esa lectura casi forzada se transformaría luego en su espectáculo “Haciendo Capote” que hizo por todo el país  y el extranjero por varios años con singular éxito. 
Fui testigo directo de que un teatro repleto lo aplaudiera de pie en Asunción del Paraguay al terminar una función. Bebe Cerminara había encontrado uno de los personajes de su vida aunque nada tuviera que ver con él.
Capote vivía todavía,  pero ya en estado semi-retirado, aún no había cumplido los 58 años en ese entonces.

La película y el personaje real
Ante el  film CAPOTE (2005)  con la notable y merecidamente premiada actuación de Phillip Seymour Hoffman no pude menos que recordar aquella primera conversación en que traté de convencer a Cerminara (otro actor fuera de serie) de aceptar al personaje…
Dicen, quienes le conocieron cercanamente que realmente era insoportable su voz y sus actitudes que fluctuaban entre un amaneramiento risible y un egocentrismo llevado al máximo posible. 
En la película, en medio de una de las tantas reuniones sociales a las que asiste al verlo hablar con un cigarrillo en una mano y una copa en la otra,  un personaje dice” estamos presenciando el nacimiento de un romance apasionado: Capote enloqueciendo por Capote”.
Hoy sabemos- y la película no deja duda al respecto- que no dudó en traicionar a los asesinos de la familia de Holcomb, Kansas para escribir su obra maestra “A sangre fría” considerada como uno de los primeros ejemplos de “relato periodístico mezclado con elementos de la mejor narrativa”.
Repartió dinero para conseguir permisos especiales, dilaciones de sentencias, también desoyó clamores o decenas de cartas pidiendo ayuda, mintió diciendo que “todavía no he escrito una palabra” cuando ya había ofrecido muy comentadas “lecturas públicas” de su relato.
Su extraña amistad con el asesino Perry Smith (con el otro, Richard “Dick” Hickock no simpatizaron mutuamente desde el comienzo), es un enigma aunque dijo sentirse casi “hermanado por sus orígenes familiares parecidos”.
Luego se impacientó hasta la histeria cuando pasaban los años y no los ejecutaban. 
El crimen se cometió en 1959, los ejecutaron en 1965 y la novela se editó en 1966.
Acertadamente, en el final de la proyección se lee un cartel que dice que Capone no escribió otra novela posterior. Fueron sólo relatos.

El relato y la muerte civil
Y cometió un pecado que a la corta (que no a la larga...) le significaría un (casi) suicidio social.
Luego de la publicación de “A sangre frìa” dedicò varios  meses a preparar su célebre fiesta “en blanco y negro” que ofreció en el Waldorf Astoria de Nueva Cork. 
Fue la nota aguda de su vida…
Viajaba por el Mediterráneo en lujosos yates, era amigo de Jackeline Kennedy, Elizabeth Taylor, lo fue de Marilyn y hasta de Greta Garbo ( la anécdota -real- del apaleamiento de uno de sus mucamos que osó arreglar un almohadón de su casa en el que había quedado marcada la anatomía de la Garbo integraba la selección de Cerminara). 
Se trataba con Chaplin y Oona O`Neill pero también  se veía y frecuentaba a Cocteau, Mishima y hasta a Albert Camus.
Pero nada parecía importarle en el mundo más que si mismo. 
Hasta que un día decidió jugar a Proust – a quien admiraba-  y comenzar a escribir una serie de relatos que conformarían una novela que, a la manera de “En busca del tiempo perdido” retratarían , sin mucho disimulo, a las más conocidas figuras de la sociedad neoyorkina con todas sus miserias, defectos y pocas virtudes.
Cuando publicó como adelanto en 1975,  en la revista Esquire “La Cote Basque” aquellas personas que le festejaban cada insolencia, cada chisme dicho a los gritos, cada risotada chillona le dio la espalda. 
Nunca más fue recibido en sus casas, nunca más fue invitado a ningún crucero por las islas griegas. 
Le declararon la muerte civil.  
No fue difícil, él nunca había hablado bien de nadie en ningún lado, por lo que  tampoco tuvo defensores.

Un fin a medida
Fue el comienzo del fin para Capote, que se hundió cada vez más y más en el alcohol y las pastillas.
No pudo escribir una frase mas y su fortuna-que era considerable- fue consumiéndose rápidamente entre internaciones, hoteles en los que se recluía para no ver a nadie aunque no tuviera persona que lo llamara o quisiera ver y gastos absurdos.
Murió el 26 de agosto de 1984 a las 12:21 del mediodía.
Dice la leyenda que dijo a quien estaba a su lado “Si te importo, no hagas nada…déjame ir”. Tenía 59 años y pronto cumpliría los 60.
Tal vez lo mató su propio resplandor, una sobredosis de vanidad mezclada con litros de vodka o el haberse dado cuenta finalmente de que de aquel jovencito rubio,  ingenioso y talentoso que fue- y pensaba seguir siendo- sólo quedaba una patética sombra. 
Nunca se sabrá la verdad, se fue con él, aunque  difícilmente la admitiera...
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Truman Capote en su dorada juventud c.1956







jueves, 2 de enero de 2014

Ya nadie recuerda a Sarah Bernhardt, una pionera.

Quienes pudieron verla en alguna de sus miles de presentaciones a lo largo y ancho del mundo durante varias décadas, insisten en que nunca hubo una actriz que con su voz encantara a la audiencia como ella.
Algo no comprobable desde el HOY porque los registros que existen son de pésima calidad y porque- fundamentalmente- la sensibilidad colectiva es diametralmente otra muy distinta.

Sarah y el cine

Sarah Bernhardt- asombrosamente- filmó 10 películas de corta duración, todas mudas, naturalmente y que incluyen desde escenas de obras famosas (la muerte de “La dama de las camelias” (1911); un duelo de “Hamlet “(1900) o escenas en las que es ella misma en su casa mostrando como vivía “Sarah Bernhart à Belle- Isle"(1912), pionera de los reality con gente famosa, concebido por ella hace ya más de un siglo.
Un dato no menor es que estaba filmando en su casa escenas de “La voyante” (1923) ya enferma pero jamás cediendo a sus males, quedaba exhausta y era frecuente que se desmayara -luego de una en especial, en la que puso toda su fuerza interpretativa- fue tal el esfuerzo que nunca se recuperó (y está filmada)...
Once días más tarde, el 23 de marzo de 1923 moría en brazos de su hijo Maurice quien dijo que su madre le manifestó su deseo de morir durante la filmación y quedar así como testimonio único de una muerte en directo.
Su relación con el cine fue atroz ya que cuando se vio por primera vez en 1900 se arrojó sobre el proyector como una fiera al que quiso tirar contra las paredes y destruir la película.
Luego,a instancias de su hijo,comenzó a darse cuenta de que era un medio nuevo que podía potenciar su carrera y sabiamente fue adaptándose, aunque nunca se sintió cómoda frente a una cámara.

A pesar de todos sus inconvenientes y peleas feroces  con camarògrafos, directores y técnicos, siguió mientras su cuerpo le respondió. 
Una curiosidad poco conocida, desde hace ya varias décadas tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

La vida y su carrera

Nacida el 23 de octubre de 1844 como Henriette Rosine Bernard, su padre murió cuando ella tenía 13 años y su madre (que trabajaba en clubes nocturnos con el alias de Youle) la dejó a cargo de una tía, algo que nunca perdonó.
Jamás quiso saber de su madre desde entonces, e hizo su carrera sola, munida tan solo de un enorme talento natural, una personalidad muy fuerte y unas ganas irrefrenables de conquistar el mundo. 
Lo logró. pero no sin sufrir sangre, sudor y lágrimas.
Hay decenas de testimonios que dicen que su sola presencia en un escenario con su mirada color azul cobalto, su pelo rubio oscuro tirando al pelirrojo y su porte, ejercían un poder hipnótico y podía recitar lo que se le ocurriera que siempre sería ovacionada y esos aplausos eran su alimento vital.
Entró y salió de la Comédie Française con la que nunca tuvo una relación amable. 
Era un espíritu demasiado libre como para estar atada a una institución con siglos de tradición cuando ella venía a representar lo nuevo, un verdadero torbellino revolucionario en la escena francesa primero y mundial después.

La fama, el exotismo, la poca preparación, la audacia…

A medida que fueron pasando los años, ganaba en gloria y dinero pero aumentaban sus extravagancias en un comportamiento casi delirante.
Animales exóticos la acompañaban en sus giras, dormía cada tanto en un ataúd de palo de rosa que se había mandado construir especialmente y hasta consultó a los mejores cirujanos de su tiempo para implantarse la cola de una pantera que pudiera mover en escena. 
Es probable que ni ella creyera en semejante dislate pero todas estas noticias las sabía filtrar perfectamente a la prensa y eran consumidas con avidez por sus espectadores que la consideraban una excéntrica talentosa..
Visitó Montevideo en dos oportunidades,  alojándose en el Hotel Pyramides que hoy está siendo reciclado en Ituzaingò y la Peatonal Sarandì, frente a la Catedral y la Plaza Matriz.
Sufrió durante muchos años de ataques de pánico y miedo escénico, al punto 
de que en cada estreno aparecía en escena con una voz aguda, chillona e insoportable que sólo se iba acomodando pasados varios minutos. 
Ello explicaría por qué sus grabaciones fonográficas son tan malas, ya que a la pobre calidad de la técnica de entonces hay que sumarle el pánico de tener que grabar frente a unos enormes “micrófonos corneta “por los que sentía pavor…. 
De cultura pobre, amplió no obstante sus conocimientos  estudiando pintura y escultura. Escribió tres libros:”Ma double vie” (su autobiografía). “Petite idole” 
y “L´art du Théâtre: la voix, la geste, la pronontiation”, ayudada siempre por un "escritor fantasma" al que sometía a caprichos inauditos a cambio de un sueldo medianamente bueno y la prohibición absoluta de develar el secreto.
Fue amiga de Oscar Wilde y de Emile Zola, trató a Proust de quien nunca fue amiga y se codeó con toda la intelectualidad francesa de su época. 
Al comenzar sus giras mundiales (que podían durar más de un año) amplió esos conocimientos personales a niveles planetarios ya que fuese donde fuese se aseguraba que hubiera un periodista y un fotógrafo ( rentados secretamente) que siguieran sus pasos para luego enviar notas a diarios y revistas (muchas veces sugeridas por ella misma) que sirvieron para alimentar su fama. ¡Una pionera absoluta del self marketing!

La amputaciòn
En 1915 le amputaron una pierna luego de un accidente ocurrido mucho tiempo 
antes en escena- y que sólo logró un corto tiempo de depresión. 
Luego se dio cuenta de que podía seguir actuando con una prótesis en papeles que le exigían mínimos desplazamientos.
Así reinventó su carrera, eligiendo al detalle cada personaje y sus desplazamientos, que eran estudiados milimetricamente durante semanas o meses y que lograban disimular perfectamente la falta de la pierna.
Tuvo una vida fastuosa, extravagante, llena de desplantes y ovaciones. 
Fue la actriz más famosa del mundo en su tiempo.
Hizo publicidades de todo tipo en una época en que no era usual hacerlo y, por sobre todo, creyó en sí misma como nadie en un ejemplo de auto- convencimiento de sus valores que terminaron por creer todos.
Hoy poca gente la recuerda, y es solo una leyenda de una época que nunca volverá.
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Sarah Bernhardt en su esplendor, oleo de Georges Clairin/1876- Musèe Carnavalet (Paris).

viernes, 27 de diciembre de 2013

Las pinturas en movimiento del señor Kubrick

 



Hacía 30 años que no la volvía a ver. 
Es que desde su estreno montevideano en el cine “18 de Julio” en 1976 nunca había logrado “atraparla” en sus infinitas retrasmisiones televisivas.
Barry Lyndon” (1975) de Stanley Kubrick sigue siendo una película monumental.
A comienzos de este año había comprado el DVD pero nunca llegaba el momento de tomarme 3 horas y 4 minutos para poder apreciarla de una vez en su totalidad.
El sábado pasado lo hice y debo decir que sólo me había quedado con imágenes inconexas. No la recordaba…
Kubrick  planeaba filmar una película sobre Napoleón pero llegó a la novela de William M. Thackeray luego de que otras ideas quedaran por el camino.

El reparto y la estètica
Tampoco quería a Ryan O´Neal  como protagonista sino que su elegido era Malcolm Mc Dowell (a quien había lanzado al estrellato global en “La naranja mecánica” (1971) pero coincidió con una pelea personal entre ellos y con que los estudios querían poner a O´Neal en un “papel épico” luego de su apabullante éxito en “Love story” (1970) que suponía iba a atraer a millones de fanáticas en el mundo entero (no fue así).
O´Neal (que tenía entonces 35 años) no está mal,  pero la voz no lo acompaña.  
Fue, sin duda,  su mejor trabajo en cine y su mejor momento vital si consideramos el despojo tremendo en que se ha convertido.
Para Lady Lyndon eligió a la modelo (y actriz) Marisa Berenson, quien había asomado en “Cabaret” (1972) y más brevemente en “Muerte en Venecia” (1971) una elección sabia para un papel que casi no habla, y sólo se limita a “posar” en bellísimos momentos.
El resto del enorme elenco está conformado por “viejos amigos” -que era lo que Kubrick prefería- como Patrick  Magee como el Chevalier de Balibari (era el escritor atacado en “La naranja mecánica”).
Las pinturas de Thomas Gainsborough o John Constable cobran aquí vida de la mano de Kubrick,  pero además hay referencias directas a Joshua Reynolds, Antoine Watteau o al grabador polaco Daniel Nickolaus Chodowiecki..
El vestuario (que ganó el Oscar) fue copiado minuciosamente de esas mismas pinturas y utilizó el “zoom” para lograr el efecto de aplanamiento en las imágenes.
En este sentido, llegò a usar en algún momento- la boda entre Redmond Barry y Lady Lyndon- un telón pintado con los personajes secundarios y parte de una iglesia como fondo de los protagonistas.
Las ya célebres escenas nocturnas de los juegos de cartas, iluminadas solamente con velas (que mandó hacer con el mismo tipo de materiales que se utilizaba en el siglo XVIII), siguen siendo deslumbrantes. Recordemos que la NASA le facilitó una lente Zeiss especial y película de altísima ASA que le permitió no utilizar (casi) iluminación eléctrica durante el rodaje.
El retrato de la Europa del siglo XVIII  es perfecto y  pocas películas lo han logrado con tal exactitud.
Las aventuras y desventuras de este hombre con pocos escrúpulos que va a ir trepando socialmente hasta su inevitable derrumbe final están narradas por una voz neutra, que va anunciando lo que inmediatamente va a suceder. Esto fue bastante criticado en su momento “un buen director de cine no necesita de narradores para enterarnos de lo que ocurre”. Hoy se puede comprobar que  suma y no resta a la acción.

La mùsica
Sabido es que Kubrick hizo componer partituras completas para sus películas  que después no utilizó.
Pasó con Alex North en  “2001,  Odisea del espacio” (1968) optando luego por compositores “clásicos” (¿Quién puede olvidar “Así hablaba Zaratustra” de Richard Strauss o “El Danubio azul” de Johann Strauss, hijo?).
Para Barry Lyndon se dice que quería a Nino Rota, el legendario compositor “de Fellini” desistiendo luego para utilizar unas Variaciones sobre la “Sarabande” de Haendel, el “Trío para piano” de Schubert compuesto en 1814 por lo tanto un anacronismo deliberado, y la canción tradicional irlandesa “Women of Ireland” en interpretación de The Chieftains. El resultado es perfecto.

Rodaje y gastos
El rodaje duró  más de 300 (extenuantes) días divididos en dos años, con pocas interrupciones.
Costó 11 millones de dólares, lo que hoy sería nada, pero no logró recaudarlo en su estreno norteamericano, fue un fracaso…


Si tuviera que elegir una escena sería la que Barry, enviado a espiar al Chevalier de Balibari, no puede hacerlo y rompe en lágrimas ante “el esplendor de aquel personaje soberbio”, un caballero pintado, de peluca empolvada, moñas de terciopelo y lunares provocados por el nitrato de plata. Tanto han cambiado los cánones de belleza masculina con el paso delos siglos.
Es una de mis películas preferidas, es una obra maestra de un creador mayor que pasarà a la historia como uno de los pocos que pudo viajar en el tiempo y fotografiarlo en maravillosas imágenes en movimiento. Un milagro que pudo lograr el señor Kubrick.
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Una de las legendarias escenas nocturnas del juego de cartas.