viernes, 7 de febrero de 2014

El otro James Dean



Puede ser por su miopía, por su  cara, la sonrisa infantil no carente de morbo, por alguno de sus gestos. Pero el escritor francés Robert Brasillach – hoy en el olvido más absoluto- en algún momento fue llamado “el otro James Dean”.

Una promesa frustrada
Fue un escritor que prometía, y que durante duros tiempos para la humanidad se transformó en EL COLABORACIONISTA por antonomasia para toda una sociedad, como lo define la estudiosa Alice Kaplan  de la Duke University quien publicó hace poco “The Collaborator”  (aún sin traducción al español), considerado un trabajo –casi- definitivo sobre esta figura que según se anuncia ahora, puede llegar al cine como una gran superproducción del cine galo.
Muchos recordamos “Lacombe,  Lucien” (1974) la película de Louis Malle que se animó a tratar el tema de los colaboracionistas  franceses en una época en que era tabú como tema y aquella historia ubicada en 1944 en un pueblito del suroeste francés en el que Lucien de 18 años, hijo de un miembro de la resistencia (en la que no le es permitido ingresar) se une al grupo de colaboracionistas que lo pondrá en situación de conseguir, al menos por un período de tiempo, lo que quiera en materia de poder…
Robert Brasillach no era un jovencito de 18 años cuando fue fusilado (tenía 36 años) por orden directa de Charles De Gaulle  el 6 de febrero de 1945 juzgado como traidor a su patria.
Se dice que hasta 1939 era LA joven promesa de las letras francesas, aunque hoy, el revisionismo histórico dice que no era para tanto.

El paso del tiempo…
Visto en perspectiva,  ya en 1937, dos años antes de comenzar la II Guerra Mundial,  había viajado a Núremberg  al histórico congreso nacionalsocialista dando por resultado su reportaje/ libro “Cien horas con Hitler”.
También había escrito (junto a quien sería su cuñado, Maurice Barèche) una reconocida Historia del cine que aún hoy se lee por lo documentado del trabajo cuando aún no había  muchos estudios importantes sobre el tema.
Después creyó y predicó que la verdad estaba en la Alemania nazi al punto de integrar la publicación fascista francesa de la época “Je suis partout” desde donde fustigó a diestra y siniestra a quienes “tenían raíces judías o eran amigos de estos”.

Un infame traidor sincero
Hoy puede decirse que Brasillach fue un “traidor sincero” quien  efectivamente creía en esas ideas de modo absoluto.
Otros como él- tal vez el más famoso fue Cèline- logró ser indultado en 1951 y volvió a Francia desde Dinamarca donde se encontraba exiliado en 1957.
Brasillach fue juzgado durante tres días y fusilado casi de inmediato pese a una célebre carta de petición de gracia dirigida a De Gaulle y firmada por destacadísimos intelectuales contrarios a la ideología nazi.
Estos parecían haber olvidado que el joven escritor había denunciado desde “Je suis partout” a aquellos quienes  “observan una actitud reticente ante los ocupantes alemanes” y llegando a la infamia de revelar los apellidos originales de quienes “habían maquillado su identidad para sobrevivir”.

Los olvidados
Si hoy se hace una lista de aquellos nombres de escritores que abiertamente colaboraron con los ocupantes alemanes surgen fácilmente el ya nombrado Cèline, pero también Montherlant, Paul Claudel y Mauriac, que-increíblemente- no eran del gusto nazi como sí Brasillach, Drieu La Rochelle y Alphonse de Chateaubriant.
 Hoy olvidados definitivamente, salvo Cèline,  quien es un gran poeta que sobrevive a todo.
Época negra para los franceses, que poco quieren  recordar porque abarca más nombres de los que se pueda pensar.
Los archivos siguen negando cada vez más aquella “verdad” que se quiso vender al mundo al finalizar la guerra: “Hubo una mayoría resistente y una minoría colaboracionista”.
 La Profesora  Kaplan, autora del libro sobre Brasillach dice “Esta genial ficción política del General De Gaulle le permitió evitar una guerra civil en su país y el fusilamiento del joven escritor fue,  en este sentido,  el último gesto de esa misma política”.
Cuando en 2002 Bertrand Tavernier estrenó “LAISSEZ-PASSER” (con este nombre se estrenó en Cinemateca Uruguaya) sobre la experiencia de dos artistas del Estudio Continental, creado para filmar películas nazi/francesas fue criticado por proponer una mirada benevolente entre el “sobrevivir y resistir” cuando estaba mostrando algo más acorde a la realidad  sobre lo que pasó en aquellos años.
Cuando se transforme en película “The Collaborator “(sin título definitivo aún)  en un par de años, podremos tener una nueva mirada hacia Robert Brasillach, a quien la historia ya juzgó hace mucho tiempo, más allá del fusilamiento firmado por De Gaulle en 1945 como gesto final a una época de la que todos creyeron  huir pero que cada tanto revela nuevos descubrimientos. Y seguirá haciéndolo…esta historia NO terminó.
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Robert Brasillach en su juventud c.1935

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