El otro James Dean
Puede
ser por su miopía, por su cara, la
sonrisa infantil no carente de morbo, por alguno de sus gestos. Pero el escritor
francés Robert Brasillach – hoy en el olvido más absoluto- en algún momento fue
llamado “el otro James Dean”.
Una promesa frustrada
Fue
un escritor que prometía, y que durante duros tiempos para la humanidad se
transformó en EL COLABORACIONISTA por antonomasia para toda una sociedad,
como lo define la estudiosa Alice Kaplan
de la Duke University quien publicó hace poco “The Collaborator” (aún sin
traducción al español), considerado un trabajo –casi- definitivo sobre esta
figura que según se anuncia ahora, puede llegar al cine como una gran
superproducción del cine galo.
Muchos
recordamos “Lacombe, Lucien” (1974) la película de Louis Malle
que se animó a tratar el tema de los colaboracionistas franceses en una época en que era tabú como
tema y aquella historia ubicada en 1944 en un pueblito del suroeste francés en
el que Lucien de 18 años, hijo de un miembro de la resistencia (en la que no le
es permitido ingresar) se une al grupo de colaboracionistas que lo pondrá en
situación de conseguir, al menos por un período de tiempo, lo que quiera en
materia de poder…
Robert
Brasillach no era un jovencito de 18 años cuando fue fusilado (tenía 36 años)
por orden directa de Charles De Gaulle
el 6 de febrero de 1945 juzgado como traidor a su patria.
Se
dice que hasta 1939 era LA joven promesa de las letras francesas, aunque hoy,
el revisionismo histórico dice que no era para tanto.
El paso del tiempo…
Visto
en perspectiva, ya en 1937, dos años
antes de comenzar la II Guerra Mundial, había viajado a Núremberg al histórico congreso nacionalsocialista
dando por resultado su reportaje/ libro “Cien
horas con Hitler”.
También
había escrito (junto a quien sería su cuñado, Maurice Barèche) una reconocida Historia del cine que aún hoy se lee por
lo documentado del trabajo cuando aún no había
muchos estudios importantes sobre el tema.
Después
creyó y predicó que la verdad estaba en la Alemania nazi al punto de integrar
la publicación fascista francesa de la época “Je suis partout” desde donde fustigó a diestra y siniestra a
quienes “tenían raíces judías o eran
amigos de estos”.
Un infame traidor
sincero
Hoy
puede decirse que Brasillach fue un “traidor sincero” quien efectivamente creía en esas ideas de modo
absoluto.
Otros
como él- tal vez el más famoso fue Cèline- logró ser indultado en 1951 y volvió
a Francia desde Dinamarca donde se encontraba exiliado en 1957.
Brasillach
fue juzgado durante tres días y fusilado casi de inmediato pese a una célebre
carta de petición de gracia dirigida a De Gaulle y firmada por destacadísimos
intelectuales contrarios a la ideología nazi.
Estos
parecían haber olvidado que el joven escritor había denunciado desde “Je suis partout” a aquellos quienes “observan
una actitud reticente ante los ocupantes
alemanes” y llegando a la infamia de revelar los apellidos originales de
quienes “habían maquillado su identidad
para sobrevivir”.
Los olvidados
Si
hoy se hace una lista de aquellos nombres de escritores que abiertamente
colaboraron con los ocupantes alemanes surgen fácilmente el ya nombrado Cèline,
pero también Montherlant, Paul Claudel y Mauriac, que-increíblemente- no eran
del gusto nazi como sí Brasillach, Drieu La Rochelle y Alphonse de
Chateaubriant.
Hoy olvidados definitivamente, salvo
Cèline, quien es un gran poeta que
sobrevive a todo.
Época
negra para los franceses, que poco quieren
recordar porque abarca más nombres de los que se pueda pensar.
Los
archivos siguen negando cada vez más aquella “verdad” que se quiso vender al
mundo al finalizar la guerra: “Hubo una
mayoría resistente y una minoría colaboracionista”.
La Profesora
Kaplan, autora del libro sobre Brasillach dice “Esta genial ficción política del General De Gaulle le permitió evitar
una guerra civil en su país y el fusilamiento del joven escritor fue, en este sentido, el último gesto de esa misma política”.
Cuando
en 2002 Bertrand Tavernier estrenó “LAISSEZ-PASSER” (con este nombre se estrenó en Cinemateca
Uruguaya) sobre la experiencia de dos artistas del Estudio Continental, creado
para filmar películas nazi/francesas fue criticado por proponer una mirada
benevolente entre el “sobrevivir y resistir” cuando estaba mostrando algo más
acorde a la realidad sobre lo que pasó
en aquellos años.
Cuando
se transforme en película “The
Collaborator “(sin título definitivo aún)
en un par de años, podremos tener una nueva mirada hacia Robert
Brasillach, a quien la historia ya juzgó hace mucho tiempo, más allá del
fusilamiento firmado por De Gaulle en 1945 como gesto final a una época de la
que todos creyeron huir pero que cada
tanto revela nuevos descubrimientos. Y seguirá haciéndolo…esta historia NO
terminó.
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