jueves, 2 de enero de 2014

Ya nadie recuerda a Sarah Bernhardt, una pionera.

Quienes pudieron verla en alguna de sus miles de presentaciones a lo largo y ancho del mundo durante varias décadas, insisten en que nunca hubo una actriz que con su voz encantara a la audiencia como ella.
Algo no comprobable desde el HOY porque los registros que existen son de pésima calidad y porque- fundamentalmente- la sensibilidad colectiva es diametralmente otra muy distinta.

Sarah y el cine

Sarah Bernhardt- asombrosamente- filmó 10 películas de corta duración, todas mudas, naturalmente y que incluyen desde escenas de obras famosas (la muerte de “La dama de las camelias” (1911); un duelo de “Hamlet “(1900) o escenas en las que es ella misma en su casa mostrando como vivía “Sarah Bernhart à Belle- Isle"(1912), pionera de los reality con gente famosa, concebido por ella hace ya más de un siglo.
Un dato no menor es que estaba filmando en su casa escenas de “La voyante” (1923) ya enferma pero jamás cediendo a sus males, quedaba exhausta y era frecuente que se desmayara -luego de una en especial, en la que puso toda su fuerza interpretativa- fue tal el esfuerzo que nunca se recuperó (y está filmada)...
Once días más tarde, el 23 de marzo de 1923 moría en brazos de su hijo Maurice quien dijo que su madre le manifestó su deseo de morir durante la filmación y quedar así como testimonio único de una muerte en directo.
Su relación con el cine fue atroz ya que cuando se vio por primera vez en 1900 se arrojó sobre el proyector como una fiera al que quiso tirar contra las paredes y destruir la película.
Luego,a instancias de su hijo,comenzó a darse cuenta de que era un medio nuevo que podía potenciar su carrera y sabiamente fue adaptándose, aunque nunca se sintió cómoda frente a una cámara.

A pesar de todos sus inconvenientes y peleas feroces  con camarògrafos, directores y técnicos, siguió mientras su cuerpo le respondió. 
Una curiosidad poco conocida, desde hace ya varias décadas tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

La vida y su carrera

Nacida el 23 de octubre de 1844 como Henriette Rosine Bernard, su padre murió cuando ella tenía 13 años y su madre (que trabajaba en clubes nocturnos con el alias de Youle) la dejó a cargo de una tía, algo que nunca perdonó.
Jamás quiso saber de su madre desde entonces, e hizo su carrera sola, munida tan solo de un enorme talento natural, una personalidad muy fuerte y unas ganas irrefrenables de conquistar el mundo. 
Lo logró. pero no sin sufrir sangre, sudor y lágrimas.
Hay decenas de testimonios que dicen que su sola presencia en un escenario con su mirada color azul cobalto, su pelo rubio oscuro tirando al pelirrojo y su porte, ejercían un poder hipnótico y podía recitar lo que se le ocurriera que siempre sería ovacionada y esos aplausos eran su alimento vital.
Entró y salió de la Comédie Française con la que nunca tuvo una relación amable. 
Era un espíritu demasiado libre como para estar atada a una institución con siglos de tradición cuando ella venía a representar lo nuevo, un verdadero torbellino revolucionario en la escena francesa primero y mundial después.

La fama, el exotismo, la poca preparación, la audacia…

A medida que fueron pasando los años, ganaba en gloria y dinero pero aumentaban sus extravagancias en un comportamiento casi delirante.
Animales exóticos la acompañaban en sus giras, dormía cada tanto en un ataúd de palo de rosa que se había mandado construir especialmente y hasta consultó a los mejores cirujanos de su tiempo para implantarse la cola de una pantera que pudiera mover en escena. 
Es probable que ni ella creyera en semejante dislate pero todas estas noticias las sabía filtrar perfectamente a la prensa y eran consumidas con avidez por sus espectadores que la consideraban una excéntrica talentosa..
Visitó Montevideo en dos oportunidades,  alojándose en el Hotel Pyramides que hoy está siendo reciclado en Ituzaingò y la Peatonal Sarandì, frente a la Catedral y la Plaza Matriz.
Sufrió durante muchos años de ataques de pánico y miedo escénico, al punto 
de que en cada estreno aparecía en escena con una voz aguda, chillona e insoportable que sólo se iba acomodando pasados varios minutos. 
Ello explicaría por qué sus grabaciones fonográficas son tan malas, ya que a la pobre calidad de la técnica de entonces hay que sumarle el pánico de tener que grabar frente a unos enormes “micrófonos corneta “por los que sentía pavor…. 
De cultura pobre, amplió no obstante sus conocimientos  estudiando pintura y escultura. Escribió tres libros:”Ma double vie” (su autobiografía). “Petite idole” 
y “L´art du Théâtre: la voix, la geste, la pronontiation”, ayudada siempre por un "escritor fantasma" al que sometía a caprichos inauditos a cambio de un sueldo medianamente bueno y la prohibición absoluta de develar el secreto.
Fue amiga de Oscar Wilde y de Emile Zola, trató a Proust de quien nunca fue amiga y se codeó con toda la intelectualidad francesa de su época. 
Al comenzar sus giras mundiales (que podían durar más de un año) amplió esos conocimientos personales a niveles planetarios ya que fuese donde fuese se aseguraba que hubiera un periodista y un fotógrafo ( rentados secretamente) que siguieran sus pasos para luego enviar notas a diarios y revistas (muchas veces sugeridas por ella misma) que sirvieron para alimentar su fama. ¡Una pionera absoluta del self marketing!

La amputaciòn
En 1915 le amputaron una pierna luego de un accidente ocurrido mucho tiempo 
antes en escena- y que sólo logró un corto tiempo de depresión. 
Luego se dio cuenta de que podía seguir actuando con una prótesis en papeles que le exigían mínimos desplazamientos.
Así reinventó su carrera, eligiendo al detalle cada personaje y sus desplazamientos, que eran estudiados milimetricamente durante semanas o meses y que lograban disimular perfectamente la falta de la pierna.
Tuvo una vida fastuosa, extravagante, llena de desplantes y ovaciones. 
Fue la actriz más famosa del mundo en su tiempo.
Hizo publicidades de todo tipo en una época en que no era usual hacerlo y, por sobre todo, creyó en sí misma como nadie en un ejemplo de auto- convencimiento de sus valores que terminaron por creer todos.
Hoy poca gente la recuerda, y es solo una leyenda de una época que nunca volverá.
Copyright © EM


Sarah Bernhardt en su esplendor, oleo de Georges Clairin/1876- Musèe Carnavalet (Paris).

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