viernes, 13 de septiembre de 2013

Momias uruguayas


Hace unos años visité Egipto por primera vez. 
Fue por casualidad, en un viaje planeado sólo con horas de anticipación, pero deseado por años.
Es un camino largo repleto de combinaciones y aeropuertos hasta llegar a El Cairo, una de las ciudades más fascinantes que uno pueda visitar en su vida.
La imagen que tenía de ese país, naturalmente venía del cine y sus momias malvadas o de los libros de historia y sus relatos fascinantes que me sedujeron desde niño. 
Haber sido producto de ese formidable “experimento” que la UNESCO llamó “Educación por el arte” que llegó por estas tierras a fines de los años 50 y comienzos de los 60 me dio el privilegio de conocer a Akhenatón, a Nefertiti, a Nefertari o al mismísimo Tutankhamón desde mis años escolares.
Y haber podido estar parado en Deir el Bahari frente al monumento funerario de la reina Hatschepsut  no hizo más que hacer realidad un sueño que había visto por primera vez en una clase de la Escuela “Cervantes” en las brillantes páginas de un fascículo de Arterama.
Durante años vi todas las películas ambientadas en el antiguo Egipto que llegaron a nuestras pantallas. 
Lamentablemente no fueron muchas si me guío por la meticulosa recopilación que tiene el portal www.egiptomania.com donde figuran entre 1898 y 2004 más 200 títulos recopilados de todas las procedencias.
Desde La Fuite en Égypte (1898, Francia, Dirigida por Alice Guy ) o Cleopatre (1899, Francia, Dirigida por Georges Meliés) hasta llegar a Yu-Gi-Oh ( 2004 EEUU, Dirigida por Ryosuke Takahashi) y Ramses the Damned (2005-en producción-sobre el libro de Anne Rice) me pongo verde de furia por no haberlas visto todas, aunque -digámoslo sin eufemismos- la mayoría son un verdadero mamarracho.
Probablemente la mejor que vi fue El Faraón (1966, Polonia, Dirigida por Jerzy Kawelerowicz) sobre el faraón Ramsés XIII -que no existió en la realidad- y su enfrentamiento con la clase sacerdotal.
Navegar por una semana por el Nilo debe ser una de las experiencias más fascinantes que todo amante de esa civilización pueda anhelar.
Los atardeceres y los amaneceres, un viaje en lancha en plena noche rumbo a la isla de Philae para ver el espectáculo de luz y sonido (con un libreto de terror -no porque asuste- sino por lo cursi del relato…) pero que justifican los 10 dólares que cuesta al poder caminar con una iluminación irreal por el templo que hizo construir Trajano e imaginar las ceremonias en honor a Isis que se realizaron por siglos sin que nadie nos moleste en nuestras ensoñaciones.
 Hoy me acompaña en mi escritorio la reproducción- a tamaño real -del sarcófago del sacerdote Amen-Nestawy-Nakht quien vivió hace 3000 años y al que prolijamente los chinos – ¿quienes otros podrían ser?- han reproducido para su venta masiva en museos norteamericanos- ¿que otros?- y que encontré hace unos meses en el Metropolitan de Nueva York a U$S 29.99 en una prolija caja que incluye el diario “Mummy Times” que hasta tiene avisos clasificados de embalsamamientos de buena calidad y a “muy bajo precio”.
Siempre pensé que el deseo de inmortalidad de los egipcios se les había cumplido.
Día tras día se siguen publicando noticias de nuevos hallazgos, día tras día miles de visitantes de las más diversas nacionalidades recorren pirámides, mastabas o restos de templos recordando su esplendoroso pasado.
¿Cómo podía suponer Amen- Nestawy- Nakht  que un uruguayo iba a saludar su imagen cada día al entrar y salir de sus labores?
¿Pudo imaginar la joven sacerdotisa Eso Eris que iba a ser trasladada a pulso desde el Teatro Solís al Museo de Historia del Arte de la Intendencia Municipal de Montevideo a lo largo de 18 de Julio al son de una cuerda de tambores afrouruguayos?
Vaya a saber que cantidad de congéneres tienen estos personajes en nuestro medio y no lo sabemos. Mi recordada maestra escolar Bell Clavelli me decía siempre:  “Montevideo está lleno de momias” ¿se referiría a estas?.
Copyright © EM

Esta es la reproducción del sarcófago de Amen-Nestawy-Nakht con quien me encuentro a diario.