Insoportable,
traicionero, talentoso y suicida.
Hace ya unos cuantos años, dirigiendo una sala teatral, se me ocurrió programar una serie semanal de
lecturas con varias primeras figuras de entonces.
Asì desfilaron- entre muchos otros/as- Alberto
Candeau (leyendo el discurso de aceptación del Nobel de William Faulkner),
Enrique Guarnero ( leyendo a Edgar Allan Poe), Maruja Santillo ( leyendo a
Gertrude Steir), Estela Medina ( Emily Dickinson), Armando Halty (Norman
Mailer) y Luis Bebe Cerminara leyendo a Truman Capote.
Me costó bastante convencerlo porque según Cerminara , “Capote es un ser inaguantable”….Le proporcioné varios textos de
“Música para camaleones” hasta que finalmente me dijo,” bueno, lo hago”, sin
imaginar por un instante que esa lectura casi forzada se transformaría luego en
su espectáculo “Haciendo Capote” que hizo por todo el país y el extranjero por varios años con singular
éxito.
Fui testigo directo de que un teatro repleto lo aplaudiera de pie en
Asunción del Paraguay al terminar una función. Bebe Cerminara había encontrado uno de los personajes de su vida aunque nada tuviera que ver con él.
Capote vivía todavía, pero ya en estado semi-retirado, aún no había cumplido los 58 años en ese entonces.
La película y el personaje real
Ante el film CAPOTE (2005) con la notable
y merecidamente premiada actuación de Phillip Seymour Hoffman no pude menos que
recordar aquella primera conversación en que traté de convencer a Cerminara
(otro actor fuera de serie) de aceptar al personaje…
Dicen, quienes le conocieron cercanamente que
realmente era insoportable su voz y sus actitudes que fluctuaban entre un
amaneramiento risible y un egocentrismo llevado al máximo posible.
En la película, en medio de una de las tantas reuniones sociales a las que asiste al verlo hablar con un cigarrillo en una mano y una copa en la otra, un personaje dice” estamos presenciando el nacimiento de un romance apasionado: Capote enloqueciendo por Capote”.
En la película, en medio de una de las tantas reuniones sociales a las que asiste al verlo hablar con un cigarrillo en una mano y una copa en la otra, un personaje dice” estamos presenciando el nacimiento de un romance apasionado: Capote enloqueciendo por Capote”.
Hoy sabemos- y la película no deja duda al respecto-
que no dudó en traicionar a los asesinos de la familia de Holcomb, Kansas para
escribir su obra maestra “A sangre fría” considerada como uno de los primeros
ejemplos de “relato periodístico mezclado con elementos de la mejor narrativa”.
Repartió dinero para conseguir permisos especiales,
dilaciones de sentencias, también desoyó clamores o decenas de cartas pidiendo
ayuda, mintió diciendo que “todavía no he escrito una palabra” cuando ya había
ofrecido muy comentadas “lecturas públicas” de su relato.
Su extraña amistad con el asesino Perry Smith (con
el otro, Richard “Dick” Hickock no simpatizaron mutuamente desde el comienzo),
es un enigma aunque dijo sentirse casi “hermanado por sus orígenes familiares
parecidos”.
Luego se impacientó hasta la histeria cuando pasaban
los años y no los ejecutaban.
El crimen se cometió en 1959, los ejecutaron en 1965
y la novela se editó en 1966.
Acertadamente, en el final de la proyección se lee
un cartel que dice que Capone no escribió otra novela posterior. Fueron sólo
relatos.
El relato y la muerte civil
Y cometió un pecado que a la corta (que no a la larga...)
le significaría un (casi) suicidio social.
Luego de la publicación de “A sangre frìa” dedicò
varios meses a preparar su célebre
fiesta “en blanco y negro” que ofreció en el Waldorf Astoria de Nueva Cork.
Fue la nota aguda de su vida…
Fue la nota aguda de su vida…
Viajaba por el Mediterráneo en lujosos yates, era
amigo de Jackeline Kennedy, Elizabeth Taylor, lo fue de Marilyn y hasta de
Greta Garbo ( la anécdota -real- del apaleamiento de uno de sus mucamos que osó
arreglar un almohadón de su casa en el que había quedado marcada la anatomía de
la Garbo
integraba la selección de Cerminara).
Se trataba con Chaplin y Oona O`Neill
pero también se veía y
frecuentaba a Cocteau, Mishima y hasta a Albert Camus.
Pero nada parecía
importarle en el mundo más que si mismo.
Hasta que un día decidió jugar a Proust
– a quien admiraba- y comenzar a
escribir una serie de relatos que conformarían una novela que, a la manera de
“En busca del tiempo perdido” retratarían , sin mucho disimulo, a las más
conocidas figuras de la sociedad neoyorkina con todas sus miserias, defectos y
pocas virtudes.
Cuando publicó como adelanto en 1975, en la revista
Esquire “La Cote Basque ”
aquellas personas que le festejaban cada insolencia, cada chisme dicho a los
gritos, cada risotada chillona le dio la espalda.
Nunca más fue recibido en sus
casas, nunca más fue invitado a ningún crucero por las islas griegas.
Le declararon la muerte civil.
Le declararon la muerte civil.
No fue
difícil, él nunca había hablado bien de nadie en ningún lado, por lo que tampoco tuvo defensores.
Un fin a medida
Fue el comienzo del fin para Capote, que se hundió
cada vez más y más en el alcohol y las pastillas.
No pudo escribir una frase mas y su fortuna-que era
considerable- fue consumiéndose rápidamente entre internaciones, hoteles en los
que se recluía para no ver a nadie aunque no tuviera persona que lo llamara o
quisiera ver y gastos absurdos.
Murió el 26 de agosto de 1984 a las 12:21 del
mediodía.
Dice la leyenda que dijo a quien estaba a su lado
“Si te importo, no hagas nada…déjame ir”. Tenía 59 años y pronto cumpliría los
60.
Tal vez lo mató su propio resplandor, una
sobredosis de vanidad mezclada con litros de vodka o el haberse dado cuenta
finalmente de que de aquel jovencito rubio, ingenioso y talentoso que fue- y pensaba
seguir siendo- sólo quedaba una patética sombra.
Nunca se sabrá la verdad, se
fue con él, aunque difícilmente la
admitiera...
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Truman Capote en su dorada juventud c.1956