Un ángel llamado
Audrey
Más
allá de que hace un par de años un comprador anónimo pagara 900 mil dólares por
el vestido que Audrey Hepburn usó en “Muñequita de lujo” (1961) la imagen
de esta actriz delgada, hermosa y dulce permanecerá como uno de los rostros
emblemáticos de la historia del cine.
Creó
un estilo, lo que no es poca cosa y ese estilo no tiene tiempo, es clásico, lo
que es más aún.
Los comienzos, la II
Guerra, su padre y Hitler
Nacida
en Bruselas y bautizada con el nombre de Edda van Heemstra-Ruston, nunca ocultó
su origen aristocrático. Igualmente la vida no le fue fácil.
De
padre banquero y británico y madre baronesa holandesa, siempre sintió mucha vergüenza por los valores
políticos de su padre, que llegó a almorzar con Hitler y una posición familiar
cercana al nazismo ya que ambos pertenecieron a un grupo de fascistas
británicos y fueron amigos íntimos de la célebre nazi Unity Mitford.
Tuvo
una educación acorde con lo que su familia esperaba de ella y muchos años más
tarde en una entrevista comentó “De
pequeña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás
debía ponerme en evidencia”.
Durante
la Segunda guerra mundial vivió con sus abuelos en Arnhem cerca de Ámsterdam y
a los 16 años, ya finalizada la contienda comenzó a sufrir sus primeras
adicciones: el cigarrillo y el chocolate.
Es
por entonces que comienza a apartarse totalmente de sus padres ya divorciados
para entonces.
Estudió
ballet y luego intentó una carrera como modelo de publicidades hasta su
“descubrimiento” nada menos que por William Wyler quien buscaba a la “chica
perfecta” para su film “La princesa que quería vivir” (1953)
que le valió un premio Oscar.
Con
un físico demasiado delgado para el gusto de la época -que gustaba de los
bustos generosos- impuso desde el comienzo un estilo elegante del que no se
apartaría jamás.
Con
“Sabrina”
(1954) para la que el diseñador Hubert de Givenchy le crearía el vestuario,
marcará una tendencia mundial.
“La guerra y la paz” (1956) sería su
primera película de “época” en la que su estilo igualmente saldría incólume.
Sus maridos, sus
hijos y una carrera que sigue creciendo
Se
casó dos veces, primero con el también actor Mel Ferrer y luego con un médico
italiano de nombre André Dotti (que fue su psiquiatra) y tuvo dos hijos, uno en cada matrimonio.
En
“Historia
de una monja” (1959) tuvo la posibilidad de demostrar que era algo más
que una cara bonita y en “La mentira infame” (1961) junto a
Shirley MacLaine lo corroboró ampliamente.
En
1963/64 filmó “Mi bella dama” (My fair lady) que ahora ha sido restaurada y
editada en un DVD doble de notable calidad.
No sólo se ha recuperado la calidad de las
imágenes – que se creyeron destruidas para siempre- sino que además se le
adiciona un documental que cuenta los avatares de la producción que la
convirtió- a pesar de ella- en una villana detestada por los fans que creyeron
ver a la malvada que le “arrebató el
papel a Julie Andrews que lo había hecho notablemente en teatro y todavía
doblada por no saber cantar”.
En
el mencionado documental se prueba que no solo sabía cantar (y muy bien) sino
que jamás estuvo en sus planes “robarle” el papel a la Andrews y que todo fue
una cuestión de mercado Audrey era una estrella para Hollywood, Julie una
desconocida total en ese momento.
El
asunto llegó a mayores con la siguiente entrega de premios Oscar cuando Andrews
ganó por “Mary Poppins” (1964) y Hepburn ni siquiera fue candidata por “Mi
bella dama”, un gesto que la Academia que alentó a sus detractores.
Viéndola
hoy está sencillamente encantadora y arrebatadoramente hermosa.
Aunque
fiel a su estilo de no demostrar sus sentimientos en público sintió el golpe
del que- se dice- nunca se recuperó totalmente.
Años
después tendrá un regreso con gloria como la ciega asaltada de “Espera
la oscuridad” (1967) en la que hay una escena en la que dudo haya
habido algún espectador/a que no haya saltado de su butaca…
El declive y su trabajo por los otros
Después
vendría el declive profesional y personal.
Artístico,
porque perdió las ganas de actuar y físico, porque ya estaba
muy enferma de cáncer.
Se
la vio otoñal y deliciosamente hermosa en “Robin y Marian” (1976) en la que
compartió cartel con Sean Connery y fue
un angel (nada más adecuado) en “Siempre” (1989) una fallida película
de Steven Spielberg que ya nadie recuerda.
Desde
1988 fue embajadora de UNICEF, por lo
cual viajó por medio mundo- especialmente África- dedicándose entonces a ayudar a los niños más pobres del mundo
Destacó
especialmente su trabajo humanitario en Somalia adonde viajó incansablemente
pese a estar sufriendo un cáncer terminal de colon que le provocaba dolores
terribles.
Murió
en Tolochanaz, Suiza el 20 de enero de 1993, tenía 63 años.
Poco
tiempo antes “su” diseñador Hubert de Givenchy pagó el avión especial que la
trasladó desde Estados
Unidos a Suiza donde quería morir.
Ella
no tenía el dinero suficiente, había donado casi todo lo ganado.
Alguien
la definió perfectamente: “la más bella
adolescente eterna que el cine haya creado jamás”.
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