jueves, 23 de octubre de 2014

Un ángel llamado Audrey


Más allá de que hace un par de años un comprador anónimo pagara 900 mil dólares por el vestido que Audrey Hepburn usó en “Muñequita de lujo” (1961) la imagen de esta actriz delgada, hermosa y dulce permanecerá como uno de los rostros emblemáticos de la historia del cine.
Creó un estilo, lo que no es poca cosa y ese estilo no tiene tiempo, es clásico, lo que es más aún.

Los comienzos, la II Guerra, su padre y Hitler
Nacida en Bruselas y bautizada con el nombre de Edda van Heemstra-Ruston, nunca ocultó su origen aristocrático. Igualmente la vida no le fue fácil.
De padre banquero y británico y madre baronesa holandesa,  siempre sintió mucha vergüenza por los valores políticos de su padre, que llegó a almorzar con Hitler y una posición familiar cercana al nazismo ya que ambos pertenecieron a un grupo de fascistas británicos y fueron amigos íntimos de la célebre nazi Unity Mitford.
Tuvo una educación acorde con lo que su familia esperaba de ella y muchos años más tarde en una entrevista comentó “De pequeña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás debía ponerme en evidencia”.
Durante la Segunda guerra mundial vivió con sus abuelos en Arnhem cerca de Ámsterdam y a los 16 años, ya finalizada la contienda comenzó a sufrir sus primeras adicciones: el cigarrillo y el chocolate.
Es por entonces que comienza a apartarse totalmente de sus padres ya divorciados para entonces.
Estudió ballet y luego intentó una carrera como modelo de publicidades hasta su “descubrimiento” nada menos que por William Wyler quien buscaba a la “chica perfecta” para su film “La princesa que quería vivir” (1953) que le valió un premio Oscar.
Con un físico demasiado delgado para el gusto de la época -que gustaba de los bustos generosos- impuso desde el comienzo un estilo elegante del que no se apartaría jamás.
Con “Sabrina” (1954) para la que el diseñador Hubert de Givenchy le crearía el vestuario, marcará una tendencia mundial.
 “La guerra y la paz” (1956) sería su primera película de “época” en la que su estilo igualmente saldría incólume.

Sus maridos, sus hijos  y una carrera que sigue creciendo
Se casó dos veces, primero con el también actor Mel Ferrer y luego con un médico italiano de nombre André Dotti (que fue su psiquiatra)  y tuvo dos hijos, uno en cada matrimonio.
En “Historia de una monja” (1959) tuvo la posibilidad de demostrar que era algo más que una cara bonita y en “La mentira infame” (1961) junto a Shirley MacLaine lo corroboró ampliamente.
En 1963/64 filmó “Mi bella dama” (My fair lady) que ahora ha sido restaurada y editada en un DVD doble de notable calidad.
 No sólo se ha recuperado la calidad de las imágenes – que se creyeron destruidas para siempre- sino que además se le adiciona un documental que cuenta los avatares de la producción que la convirtió- a pesar de ella- en una villana detestada por los fans que creyeron ver a la malvada que le “arrebató el papel a Julie Andrews que lo había hecho notablemente en teatro y todavía doblada por no saber cantar”.
En el mencionado documental se prueba que no solo sabía cantar (y muy bien) sino que jamás estuvo en sus planes “robarle” el papel a la Andrews y que todo fue una cuestión de mercado Audrey era una estrella para Hollywood, Julie una desconocida total en ese momento.
El asunto llegó a mayores con la siguiente entrega de premios Oscar cuando Andrews ganó por “Mary Poppins” (1964)  y Hepburn ni siquiera fue candidata por “Mi bella dama”, un gesto que la Academia que alentó a sus detractores.
Viéndola hoy está sencillamente encantadora y arrebatadoramente hermosa.
Aunque fiel a su estilo de no demostrar sus sentimientos en público sintió el golpe del que- se dice- nunca se recuperó totalmente.
Años después tendrá un regreso con gloria como la ciega asaltada de “Espera la oscuridad” (1967) en la que hay una escena en la que dudo haya habido algún espectador/a que no haya saltado de su butaca…

El declive y su  trabajo por los otros
Después vendría el declive profesional y personal.
Artístico, porque perdió las ganas de actuar y físico, porque ya  estaba  muy enferma de cáncer.
Se la vio otoñal y deliciosamente hermosa en “Robin y Marian” (1976) en la que compartió cartel con Sean Connery  y fue un angel (nada más adecuado) en “Siempre” (1989) una fallida película de Steven Spielberg que ya nadie recuerda.
Desde 1988 fue embajadora de UNICEF,  por lo cual viajó por medio mundo- especialmente África- dedicándose entonces  a ayudar a los niños más pobres del mundo
Destacó especialmente su trabajo humanitario en Somalia adonde viajó incansablemente pese a estar sufriendo un cáncer terminal de colon que le provocaba dolores terribles.
Murió en Tolochanaz, Suiza el 20 de enero de 1993, tenía 63 años.
Poco tiempo antes “su” diseñador Hubert de Givenchy pagó el avión especial que la trasladó desde Estados Unidos a Suiza donde quería morir.
Ella no tenía el dinero suficiente, había donado casi todo lo ganado.
Alguien la definió perfectamente: “la más bella adolescente eterna que el cine haya creado jamás”.
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