Camila atormentada
Murió
con 79 años, sola e internada los últimos 30 de vida en un manicomio.
Para
la sociedad, incluyendo su familia, había muerto mucho antes y le habían puesto el
título tan menospreciante como injusto con su talento de “la amante de Rodin”
Fue
hermosa, talentosa, capaz de crear belleza increíble con sus manos pero víctima
de una sociedad que no le permitió ciertas libertades que hoy tendría cualquier
jovencita de su edad con total naturalidad.
Nació
en la época equivocada.
El
cine le puso la cara de Isabelle Adjani
en “Camille
Claudel” (1988) y en 2013 el director Bruno Dumont le puso la cara de Juliette Binoche, cuando ya estaba
internada para el film “Camille Caudel 1915” alejada de todo y de todos…
Será
imposible separar esas dos imágenes desde entonces.
Dos
mujeres muy distintas en dos etapas de la vida que nos hacen creer que SON
Camille Claudel.
Antes
de cumplir los 20 años ya demostraba su talento natural para la escultura y la
necesidad imperiosa de entrar en un taller con un maestro que la guiara.
Aparece Rodin, llega
el amor y el tormento…
Será
su hermano menor (Paul Claudel, escritor católico, famoso por sí mismo) quien
convenza a los padres para que la dejen asistir al taller de Auguste Rodin.
La
relación fue turbulenta y pasó de alumna a maestro a la de amantes
temperamentales, escandalosos y furibundos por una década.
Rodin,
quien ya era una figura famosa envidió su talento, la humilló cuantas veces
quiso y la enfermiza relación no pudo ser peor para esa joven carente de
experiencia humana. Sadismo y masoquismo se pasearon de la mano sin que moviera
un dedo para salir de ese círculo perverso que incluía a otras amantes que le
mostraba el propio Rodin cara a cara…
Para
Rodin fue una víctima de su ira, para ella él fue su dios pagano no importara
cuanto la hiciera sufrir.
Abortó
a instancias del escultor y la situación la llevó a recluirse a esculpir
cabezas de niños por decenas que destruía de inmediato mientras gritaba como un
animal herido…
Comienza la caída
Así
pasaron semanas hasta que, por orden de su familia, 4 enfermeros entraron el estudio, la
enchalecaron y fue llevada a un manicomio con orden judicial de reclusión
ilimitada.
El
parte médico dice “padece de una sistemática manía persecutoria y es irrecuperable”.
Se dice que sobre el final de su vida volvió a la cordura pero ya no había
nadie para creerle o escucharle: estaba completamente sola. Además ¿que era la
cordura 25 o 30 años después?
¿Una maldita?
Su
figura de artista maldita no le atrajo a decenas de admiradores, el ser mujer
en esa época, fastidió bastante.
Ella,
por su parte no hizo nada por agradar, su único objetivo era Rodin.
Su
talento se apagó como una vela barata, nunca creyó en que era grande en lo
suyo.
Martilló
la mayoría de su obra de la que poco queda para todo lo que hizo en sus
momentos de fervor creativo.
Poco
le importó.
A
Rodin tampoco a quien sólo le importaban sus cosas porque su egoísmo no le
permitía otra cosa.
Quiso
a su hermano Paul, dedicado a la poesía y al teatro pero pronto le abandonaba
si se cruzaba Rodin (se le cruzó también el músico Claude Debussy pero la
relación no prosperó)
Se
dice que tuvo gran participación (no acreditada oficialmente) en “Los
burgueses de Calais” y “Las Puertas del Infierno”,
Rodin jamás hubiera aceptado decir públicamente que tuvo “ayuda” de Camille en
esas obras…
Las décadas de
manicomio: una vida en blanco
Cuentan
testigos directos que en los 30 años en que estuvo internada, pasó la mayor
parte del tiempo mirando una pared, o el techo o el jardín, ya en muchos de sus
últimos tiempos.
La
vida y la historia le pasó por al lado sin que fuera consciente de ello: La
Primera Guerra Mundial fueron sólo días en blanco, la entre- guerra, años de
lentísima recuperación y la Segunda Guerra, con la ocupación a Francia por los
nazis, algo que la preocupó aunque nunca tuvo una clara idea de lo que sucedía.
Su
hermano Paul fue acusado de colaboracionista pero sin consecuencias graves,
algo de lo que ella jamás tuvo idea.
Allí
comenzó nuevamente a gritar con su garganta y con su pluma “Reclamo la libertad gritando a pleno pulmón…
¡merecí algo más que esto!”
Era
1943, sus 79 años le pesaban en el cuerpo y en el alma.
Era
el año de su muerte y ya no tenía a nadie a quien reclamar nada.
La
habían dejado sola o ella misma había decidido que su vida en solitario era
mejor que su vida acompañada.
Era
tal su estado, que hasta sus fantasmas
la habían abandonado.
Vivía
una vida en blanco.
Logró
lo imposible, quedar sola sin que a nadie en el mundo le importara.
Iban
a pasar unos cuantos años antes de que alguien se interesara por su obra y que
su familia (suele ocurrir) al ver los precios increíbles que se conseguían,
repentinamente decidiera que la “pobre
Camille” necesitaba de alguien que cuidara lo que quedaba.¡Hipócritas!
Se
llegó a desatar una verdadera cacería de obras de Camille Claudel unos años
después de su muerte provocada por la mera especulación monetaria.
Desde
el infierno, a donde seguramente y por voluntad propia está, Camille toma nota,
en algún momento cobrará también esas cuentas…NO me cabe duda.
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Camille Claudel fotografiada en 1884 con 19 años |