Crónica de un niño golpeado
En 2013 se cumplieron 63 años del estreno de “Los Olvidados “de Luis Buñuel - declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad- lo que se verá reflejado en diversas muestras y homenajes. Sin ir más lejos, las los festivales de Cannes y San Sebastián, pelearon por reestrenarla en su versión restaurada.
La
historia, que tal vez muchos recuerden, se centra en el
Jaibo, un adolescente que escapa de un “reformatorio” y se reúne en el barrio con sus amigos. Junto
con Pedro y otro niño, trata de asaltar a Don Carmelo. Días después, el Jaibo
mata en presencia de Pedro al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que
lo enviaran al correccional. A partir de este incidente, los destinos de Pedro
y de Jaibo estarán trágicamente
unidos…
Colaborando
en la preparación de una muestra- con el Festival de cine de Huesca- de
películas iberoamericanas con protagonistas infantiles de los que nunca más se
supo (o directamente desaparecieron) estuve revisonando entre otras “Pixote”
(1981), “Marcelino pan y vino”(1954), “El Bola” (2000) y “Crónica de un niño
solo”(1965)
El
disparador mental fue esta última. Se estrenó en Montevideo en enero de 1970 en
el Radio City. La vi entonces y fue una sorpresa para el cine argentino de esa
época “ver” la vida en un reformatorio, la huída y los golpes soportados por un
niño con un realismo tal que lo acercaba a los films italianos de unos años
atrás.
El
intérprete, Diego Puente, hará sólo dos películas más como actor de reparto
para dedicarse luego a la dirección de arte, cosa que hace hasta el presente.
El
recuerdo vino fuerte, como ha venido otras veces y por otras razones.
Yo
fui un niño golpeado.
Antes de cumplir los 7 años mi padre quiso
matarme- literalmente- dos veces. Una a los 4 años agarrándome por los tobillos
y metiéndome de cabeza en un piletón de cemento lleno de agua. La otra vez a
los 6 años tirándome contra una pared lo
que me provocó hematomas varios y un estado de confusión general que duró un
par de días.
No me
llevaron al médico y nunca se habló de ello. Los castigos fueron por estar
jugando con títeres de guante en la primera oportunidad- algo que tenía
prohibido- y por cruzar la calle sin permiso en la otra.
De
eso no se hablaba en la década del 50´. Yo creí por mucho tiempo que era lo que
merecía. Es tal el poder de los golpes que logra hasta eso, que de víctima uno
se sienta el peor de los culpables.
Hoy
se habla más, pero no es suficiente. Los niños no hablan o si hablan muchas
veces no les creen y las familias callan. Y los abusos paralizan por años, o
para siempre, a todos.
Cuando
veo “El polaquito”(2003) o reveo
“Crónica de un niño solo” que se centran en niños marginados pienso en las
muchas historias de otros niños de clase media ( la ya legendaria clase media
uruguaya de los 50 y 60s!) que seguramente pasaron por lo mismo y callaron,
como lo hice yo hasta ahora.
El
cine nos muestra historias a veces apasionantes, a veces menores y aburridas.
Siempre creo que se quedan cortas ante lo que sucede en la vida real.
Sentir
vergüenza por unos moretones e inventar ante los otros niños de la escuela que
fue un golpe en la vereda puede ocultar un drama doméstico del que se sigue sin
hablar.
Sentirse
el más infeliz del mundo a los cuatro años es una carga muy pesada.
Eso
si, tantos años después, recuerdo que mientras estaba con medio cuerpo
sumergido en el agua e instintivamente
trataba de zafar, no tenía miedo, algo me decía que iba a salir. Y salí.
Por fin ahora, puedo contarlo sin terror,
miedo ni vergüenza.
Copyright © EM
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Este soy yo ( con tres años) en Punta del Este, frente a Isla Gorriti...sin árboles todavía!/ 1954
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