viernes, 10 de enero de 2014

Insoportable, traicionero,  talentoso y suicida.


Hace ya unos cuantos años, dirigiendo una sala teatral,  se me ocurrió programar una serie semanal de lecturas con varias primeras figuras de entonces.
Asì desfilaron- entre muchos otros/as- Alberto Candeau (leyendo el discurso de aceptación del Nobel de William Faulkner), Enrique Guarnero ( leyendo a Edgar Allan Poe), Maruja Santillo ( leyendo a Gertrude Steir), Estela Medina ( Emily Dickinson), Armando Halty (Norman Mailer) y Luis Bebe Cerminara leyendo a Truman Capote.
Me costó bastante convencerlo porque según Cerminara , “Capote es un ser inaguantable”….Le proporcioné varios textos de “Música para camaleones” hasta que finalmente me dijo,” bueno, lo hago”, sin imaginar por un instante que esa lectura casi forzada se transformaría luego en su espectáculo “Haciendo Capote” que hizo por todo el país  y el extranjero por varios años con singular éxito. 
Fui testigo directo de que un teatro repleto lo aplaudiera de pie en Asunción del Paraguay al terminar una función. Bebe Cerminara había encontrado uno de los personajes de su vida aunque nada tuviera que ver con él.
Capote vivía todavía,  pero ya en estado semi-retirado, aún no había cumplido los 58 años en ese entonces.

La película y el personaje real
Ante el  film CAPOTE (2005)  con la notable y merecidamente premiada actuación de Phillip Seymour Hoffman no pude menos que recordar aquella primera conversación en que traté de convencer a Cerminara (otro actor fuera de serie) de aceptar al personaje…
Dicen, quienes le conocieron cercanamente que realmente era insoportable su voz y sus actitudes que fluctuaban entre un amaneramiento risible y un egocentrismo llevado al máximo posible. 
En la película, en medio de una de las tantas reuniones sociales a las que asiste al verlo hablar con un cigarrillo en una mano y una copa en la otra,  un personaje dice” estamos presenciando el nacimiento de un romance apasionado: Capote enloqueciendo por Capote”.
Hoy sabemos- y la película no deja duda al respecto- que no dudó en traicionar a los asesinos de la familia de Holcomb, Kansas para escribir su obra maestra “A sangre fría” considerada como uno de los primeros ejemplos de “relato periodístico mezclado con elementos de la mejor narrativa”.
Repartió dinero para conseguir permisos especiales, dilaciones de sentencias, también desoyó clamores o decenas de cartas pidiendo ayuda, mintió diciendo que “todavía no he escrito una palabra” cuando ya había ofrecido muy comentadas “lecturas públicas” de su relato.
Su extraña amistad con el asesino Perry Smith (con el otro, Richard “Dick” Hickock no simpatizaron mutuamente desde el comienzo), es un enigma aunque dijo sentirse casi “hermanado por sus orígenes familiares parecidos”.
Luego se impacientó hasta la histeria cuando pasaban los años y no los ejecutaban. 
El crimen se cometió en 1959, los ejecutaron en 1965 y la novela se editó en 1966.
Acertadamente, en el final de la proyección se lee un cartel que dice que Capone no escribió otra novela posterior. Fueron sólo relatos.

El relato y la muerte civil
Y cometió un pecado que a la corta (que no a la larga...) le significaría un (casi) suicidio social.
Luego de la publicación de “A sangre frìa” dedicò varios  meses a preparar su célebre fiesta “en blanco y negro” que ofreció en el Waldorf Astoria de Nueva Cork. 
Fue la nota aguda de su vida…
Viajaba por el Mediterráneo en lujosos yates, era amigo de Jackeline Kennedy, Elizabeth Taylor, lo fue de Marilyn y hasta de Greta Garbo ( la anécdota -real- del apaleamiento de uno de sus mucamos que osó arreglar un almohadón de su casa en el que había quedado marcada la anatomía de la Garbo integraba la selección de Cerminara). 
Se trataba con Chaplin y Oona O`Neill pero también  se veía y frecuentaba a Cocteau, Mishima y hasta a Albert Camus.
Pero nada parecía importarle en el mundo más que si mismo. 
Hasta que un día decidió jugar a Proust – a quien admiraba-  y comenzar a escribir una serie de relatos que conformarían una novela que, a la manera de “En busca del tiempo perdido” retratarían , sin mucho disimulo, a las más conocidas figuras de la sociedad neoyorkina con todas sus miserias, defectos y pocas virtudes.
Cuando publicó como adelanto en 1975,  en la revista Esquire “La Cote Basque” aquellas personas que le festejaban cada insolencia, cada chisme dicho a los gritos, cada risotada chillona le dio la espalda. 
Nunca más fue recibido en sus casas, nunca más fue invitado a ningún crucero por las islas griegas. 
Le declararon la muerte civil.  
No fue difícil, él nunca había hablado bien de nadie en ningún lado, por lo que  tampoco tuvo defensores.

Un fin a medida
Fue el comienzo del fin para Capote, que se hundió cada vez más y más en el alcohol y las pastillas.
No pudo escribir una frase mas y su fortuna-que era considerable- fue consumiéndose rápidamente entre internaciones, hoteles en los que se recluía para no ver a nadie aunque no tuviera persona que lo llamara o quisiera ver y gastos absurdos.
Murió el 26 de agosto de 1984 a las 12:21 del mediodía.
Dice la leyenda que dijo a quien estaba a su lado “Si te importo, no hagas nada…déjame ir”. Tenía 59 años y pronto cumpliría los 60.
Tal vez lo mató su propio resplandor, una sobredosis de vanidad mezclada con litros de vodka o el haberse dado cuenta finalmente de que de aquel jovencito rubio,  ingenioso y talentoso que fue- y pensaba seguir siendo- sólo quedaba una patética sombra. 
Nunca se sabrá la verdad, se fue con él, aunque  difícilmente la admitiera...
Copyright © EM

Truman Capote en su dorada juventud c.1956







jueves, 2 de enero de 2014

Ya nadie recuerda a Sarah Bernhardt, una pionera.

Quienes pudieron verla en alguna de sus miles de presentaciones a lo largo y ancho del mundo durante varias décadas, insisten en que nunca hubo una actriz que con su voz encantara a la audiencia como ella.
Algo no comprobable desde el HOY porque los registros que existen son de pésima calidad y porque- fundamentalmente- la sensibilidad colectiva es diametralmente otra muy distinta.

Sarah y el cine

Sarah Bernhardt- asombrosamente- filmó 10 películas de corta duración, todas mudas, naturalmente y que incluyen desde escenas de obras famosas (la muerte de “La dama de las camelias” (1911); un duelo de “Hamlet “(1900) o escenas en las que es ella misma en su casa mostrando como vivía “Sarah Bernhart à Belle- Isle"(1912), pionera de los reality con gente famosa, concebido por ella hace ya más de un siglo.
Un dato no menor es que estaba filmando en su casa escenas de “La voyante” (1923) ya enferma pero jamás cediendo a sus males, quedaba exhausta y era frecuente que se desmayara -luego de una en especial, en la que puso toda su fuerza interpretativa- fue tal el esfuerzo que nunca se recuperó (y está filmada)...
Once días más tarde, el 23 de marzo de 1923 moría en brazos de su hijo Maurice quien dijo que su madre le manifestó su deseo de morir durante la filmación y quedar así como testimonio único de una muerte en directo.
Su relación con el cine fue atroz ya que cuando se vio por primera vez en 1900 se arrojó sobre el proyector como una fiera al que quiso tirar contra las paredes y destruir la película.
Luego,a instancias de su hijo,comenzó a darse cuenta de que era un medio nuevo que podía potenciar su carrera y sabiamente fue adaptándose, aunque nunca se sintió cómoda frente a una cámara.

A pesar de todos sus inconvenientes y peleas feroces  con camarògrafos, directores y técnicos, siguió mientras su cuerpo le respondió. 
Una curiosidad poco conocida, desde hace ya varias décadas tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

La vida y su carrera

Nacida el 23 de octubre de 1844 como Henriette Rosine Bernard, su padre murió cuando ella tenía 13 años y su madre (que trabajaba en clubes nocturnos con el alias de Youle) la dejó a cargo de una tía, algo que nunca perdonó.
Jamás quiso saber de su madre desde entonces, e hizo su carrera sola, munida tan solo de un enorme talento natural, una personalidad muy fuerte y unas ganas irrefrenables de conquistar el mundo. 
Lo logró. pero no sin sufrir sangre, sudor y lágrimas.
Hay decenas de testimonios que dicen que su sola presencia en un escenario con su mirada color azul cobalto, su pelo rubio oscuro tirando al pelirrojo y su porte, ejercían un poder hipnótico y podía recitar lo que se le ocurriera que siempre sería ovacionada y esos aplausos eran su alimento vital.
Entró y salió de la Comédie Française con la que nunca tuvo una relación amable. 
Era un espíritu demasiado libre como para estar atada a una institución con siglos de tradición cuando ella venía a representar lo nuevo, un verdadero torbellino revolucionario en la escena francesa primero y mundial después.

La fama, el exotismo, la poca preparación, la audacia…

A medida que fueron pasando los años, ganaba en gloria y dinero pero aumentaban sus extravagancias en un comportamiento casi delirante.
Animales exóticos la acompañaban en sus giras, dormía cada tanto en un ataúd de palo de rosa que se había mandado construir especialmente y hasta consultó a los mejores cirujanos de su tiempo para implantarse la cola de una pantera que pudiera mover en escena. 
Es probable que ni ella creyera en semejante dislate pero todas estas noticias las sabía filtrar perfectamente a la prensa y eran consumidas con avidez por sus espectadores que la consideraban una excéntrica talentosa..
Visitó Montevideo en dos oportunidades,  alojándose en el Hotel Pyramides que hoy está siendo reciclado en Ituzaingò y la Peatonal Sarandì, frente a la Catedral y la Plaza Matriz.
Sufrió durante muchos años de ataques de pánico y miedo escénico, al punto 
de que en cada estreno aparecía en escena con una voz aguda, chillona e insoportable que sólo se iba acomodando pasados varios minutos. 
Ello explicaría por qué sus grabaciones fonográficas son tan malas, ya que a la pobre calidad de la técnica de entonces hay que sumarle el pánico de tener que grabar frente a unos enormes “micrófonos corneta “por los que sentía pavor…. 
De cultura pobre, amplió no obstante sus conocimientos  estudiando pintura y escultura. Escribió tres libros:”Ma double vie” (su autobiografía). “Petite idole” 
y “L´art du Théâtre: la voix, la geste, la pronontiation”, ayudada siempre por un "escritor fantasma" al que sometía a caprichos inauditos a cambio de un sueldo medianamente bueno y la prohibición absoluta de develar el secreto.
Fue amiga de Oscar Wilde y de Emile Zola, trató a Proust de quien nunca fue amiga y se codeó con toda la intelectualidad francesa de su época. 
Al comenzar sus giras mundiales (que podían durar más de un año) amplió esos conocimientos personales a niveles planetarios ya que fuese donde fuese se aseguraba que hubiera un periodista y un fotógrafo ( rentados secretamente) que siguieran sus pasos para luego enviar notas a diarios y revistas (muchas veces sugeridas por ella misma) que sirvieron para alimentar su fama. ¡Una pionera absoluta del self marketing!

La amputaciòn
En 1915 le amputaron una pierna luego de un accidente ocurrido mucho tiempo 
antes en escena- y que sólo logró un corto tiempo de depresión. 
Luego se dio cuenta de que podía seguir actuando con una prótesis en papeles que le exigían mínimos desplazamientos.
Así reinventó su carrera, eligiendo al detalle cada personaje y sus desplazamientos, que eran estudiados milimetricamente durante semanas o meses y que lograban disimular perfectamente la falta de la pierna.
Tuvo una vida fastuosa, extravagante, llena de desplantes y ovaciones. 
Fue la actriz más famosa del mundo en su tiempo.
Hizo publicidades de todo tipo en una época en que no era usual hacerlo y, por sobre todo, creyó en sí misma como nadie en un ejemplo de auto- convencimiento de sus valores que terminaron por creer todos.
Hoy poca gente la recuerda, y es solo una leyenda de una época que nunca volverá.
Copyright © EM


Sarah Bernhardt en su esplendor, oleo de Georges Clairin/1876- Musèe Carnavalet (Paris).

viernes, 27 de diciembre de 2013

Las pinturas en movimiento del señor Kubrick

 



Hacía 30 años que no la volvía a ver. 
Es que desde su estreno montevideano en el cine “18 de Julio” en 1976 nunca había logrado “atraparla” en sus infinitas retrasmisiones televisivas.
Barry Lyndon” (1975) de Stanley Kubrick sigue siendo una película monumental.
A comienzos de este año había comprado el DVD pero nunca llegaba el momento de tomarme 3 horas y 4 minutos para poder apreciarla de una vez en su totalidad.
El sábado pasado lo hice y debo decir que sólo me había quedado con imágenes inconexas. No la recordaba…
Kubrick  planeaba filmar una película sobre Napoleón pero llegó a la novela de William M. Thackeray luego de que otras ideas quedaran por el camino.

El reparto y la estètica
Tampoco quería a Ryan O´Neal  como protagonista sino que su elegido era Malcolm Mc Dowell (a quien había lanzado al estrellato global en “La naranja mecánica” (1971) pero coincidió con una pelea personal entre ellos y con que los estudios querían poner a O´Neal en un “papel épico” luego de su apabullante éxito en “Love story” (1970) que suponía iba a atraer a millones de fanáticas en el mundo entero (no fue así).
O´Neal (que tenía entonces 35 años) no está mal,  pero la voz no lo acompaña.  
Fue, sin duda,  su mejor trabajo en cine y su mejor momento vital si consideramos el despojo tremendo en que se ha convertido.
Para Lady Lyndon eligió a la modelo (y actriz) Marisa Berenson, quien había asomado en “Cabaret” (1972) y más brevemente en “Muerte en Venecia” (1971) una elección sabia para un papel que casi no habla, y sólo se limita a “posar” en bellísimos momentos.
El resto del enorme elenco está conformado por “viejos amigos” -que era lo que Kubrick prefería- como Patrick  Magee como el Chevalier de Balibari (era el escritor atacado en “La naranja mecánica”).
Las pinturas de Thomas Gainsborough o John Constable cobran aquí vida de la mano de Kubrick,  pero además hay referencias directas a Joshua Reynolds, Antoine Watteau o al grabador polaco Daniel Nickolaus Chodowiecki..
El vestuario (que ganó el Oscar) fue copiado minuciosamente de esas mismas pinturas y utilizó el “zoom” para lograr el efecto de aplanamiento en las imágenes.
En este sentido, llegò a usar en algún momento- la boda entre Redmond Barry y Lady Lyndon- un telón pintado con los personajes secundarios y parte de una iglesia como fondo de los protagonistas.
Las ya célebres escenas nocturnas de los juegos de cartas, iluminadas solamente con velas (que mandó hacer con el mismo tipo de materiales que se utilizaba en el siglo XVIII), siguen siendo deslumbrantes. Recordemos que la NASA le facilitó una lente Zeiss especial y película de altísima ASA que le permitió no utilizar (casi) iluminación eléctrica durante el rodaje.
El retrato de la Europa del siglo XVIII  es perfecto y  pocas películas lo han logrado con tal exactitud.
Las aventuras y desventuras de este hombre con pocos escrúpulos que va a ir trepando socialmente hasta su inevitable derrumbe final están narradas por una voz neutra, que va anunciando lo que inmediatamente va a suceder. Esto fue bastante criticado en su momento “un buen director de cine no necesita de narradores para enterarnos de lo que ocurre”. Hoy se puede comprobar que  suma y no resta a la acción.

La mùsica
Sabido es que Kubrick hizo componer partituras completas para sus películas  que después no utilizó.
Pasó con Alex North en  “2001,  Odisea del espacio” (1968) optando luego por compositores “clásicos” (¿Quién puede olvidar “Así hablaba Zaratustra” de Richard Strauss o “El Danubio azul” de Johann Strauss, hijo?).
Para Barry Lyndon se dice que quería a Nino Rota, el legendario compositor “de Fellini” desistiendo luego para utilizar unas Variaciones sobre la “Sarabande” de Haendel, el “Trío para piano” de Schubert compuesto en 1814 por lo tanto un anacronismo deliberado, y la canción tradicional irlandesa “Women of Ireland” en interpretación de The Chieftains. El resultado es perfecto.

Rodaje y gastos
El rodaje duró  más de 300 (extenuantes) días divididos en dos años, con pocas interrupciones.
Costó 11 millones de dólares, lo que hoy sería nada, pero no logró recaudarlo en su estreno norteamericano, fue un fracaso…


Si tuviera que elegir una escena sería la que Barry, enviado a espiar al Chevalier de Balibari, no puede hacerlo y rompe en lágrimas ante “el esplendor de aquel personaje soberbio”, un caballero pintado, de peluca empolvada, moñas de terciopelo y lunares provocados por el nitrato de plata. Tanto han cambiado los cánones de belleza masculina con el paso delos siglos.
Es una de mis películas preferidas, es una obra maestra de un creador mayor que pasarà a la historia como uno de los pocos que pudo viajar en el tiempo y fotografiarlo en maravillosas imágenes en movimiento. Un milagro que pudo lograr el señor Kubrick.
Copyright © EM

Una de las legendarias escenas nocturnas del juego de cartas.

viernes, 20 de diciembre de 2013

CHIQUITA, el tamaño es lo que menos importa…



El cine reciente tiene en sus repartos  a pocos/as liliputuenses. 
Tal vez la película que mayor cantidad de ellos tuvo en pantalla fue “El mago de Oz” (1939), donde una ciudad entera de personas pequeñas recibía a Judy Garland.
Era Munchkinland. 
Y la historia secreta (o no tanto) de Hollywood cuenta que los “munchkins” (las decenas de liliputienses reclutados para la misma) estuvieron verdaderamente fatales durante el rodaje y que sólo la mano severa de la gente de la Metro pudo hacer que se comportaran como se debe y dejaran de emborracharse o toquetear a las actrices.
Cuarenta años después en “El tambor” (1979) apareció la Signorina Roswitha (interpretada por la actriz Mariella Oliveri,  de la que poco o nada se sabe) quien  era la amante del protagonista- Oskar- y que muere al explotar una granada. 
De formas graciosas, de vestir impecable con su sombrillita es un personaje que no se olvida fácilmente.

Llega Espiridiona
Ahora, tal vez llegue al cine “Chiquita” la novela ganadora del premio Alfaguara 2008.
Escrita por el cubano Antonio Orlando Rodríguez relata, a modo de falsa biografía,  la vida de Espiridiona Cenda, una artista de variedades, y petite femme fatal de fines del siglo  XIX y comienzos del XX.
Medía 65 centímetros y firmaba autógrafos como “la muñeca viviente”.
Tuvo una vida de novela -literalmente hablando- y desde su Cuba natal se fue a Nueva York donde hizo carrera y hasta llegó a ser invitada la Casa Blanca.
Luego de más de un año de búsqueda y haber encontrado a la venta por internet  un “folleto biográfico” sobre Chiquita, nombre artístico de Espiridiona Cenda del Castillo, escrito a fines del siglo XIX, comenzó un largo trabajo en el que la realidad se  fue mezclando con la ficción.
5 años le llevó la investigación.
Para hacerlo aún más interesante el autor recurre a la narración de un personaje, a los cuentos de la propia Chiquita (famosa por lo mentirosa) y a muchos “pie de página” que pueden desdecir todo lo anterior…

¿Quién era?
Los datos reales nos dicen que Espiridiona nació en 1869 en la provincia cubana de Matanzas. No quiso entrar en el circuito de “ferias rodantes” que había en su época y que le aseguraban trabajo y dinero dada su estatura y sus “muy bonitas formas” si no que siempre se sintió una “artista” que merecía mayor respeto que el de ser “una atracción más”. Por ello se va a Nueva York y luego a Europa donde conoce y trata a figuras importantísimas de la cultura y el espectáculo.
No paró tampoco con su gran cantidad de romances. Aunque sólo se casó una vez con un joven norteamericano que vivió a sus expensas hasta que se separaron luego de una pelea feroz...
Hoy es difícil de imaginar que esta verdadera artista/ cortesana tuviera detrás toda una fila de posibles amantes muy ricos entre los cuales pudo elegir. Fue una alegre y desatada promiscua lindante con la ninfomanía, sin importarle nada,  pues a nadie debía dar cuentas...

Ese oscuro objeto de deseo
Hay que pensar que en esos años la mujer/ niña era un “oscuro objeto de deseo” y que en Buenos Aires las autoridades hasta tuvieron que clausurar  un burdel famoso por tener a sus pupilas “vestidas de escolares con tinta en los dedos de las manos…” y que era común (en Montevideo también) como me contó alguna vez el Profesor José Pedro Barrán,  que los maridos “regalaran juguetes y muñecas a sus esposas el 6 de enero”. La mujer/niña, pequeña, de voz infantil, de vestir gracioso sin importar la edad, era buscada con avidez sexual . Hoy nos parece aberrante,  pero fue así por décadas.
Ese morbo, que hoy nos llama a horror,  estaba muy presente en los hombres de entonces.
Si nos guiamos por el libro, Chiquita tuvo que ver con la independencia de Cuba, con algunas guerras, con alianzas imposibles y con encuentros impensados.
No hay que tomar todo en serio porque la gracia está en no saber exactamente, a través de las páginas que es verdad y que es fruto de la creatividad del autor.
“Chiquita es la gran historia de un sorprendente triunfo, de una época entre dos siglos y de lo que en esos años era la modernidad.
De sus grandes amores, de la gran hermandad secreta de enanos y liliputienses de la que Espiridiona formaba parte, de la magia y de los logros humanos” dice Antonio Orlando quien asegura que jamás soñó que este personaje le trajera estos reconocimientos tantos años después de haber sido olvidado casi completamente. Aunque en su época “fue verdaderamente famosa”.
El autor estuvo en Montevideo para presentar su libro en mismo año en que ganó el premio Alfaguara.
Resultó un hombre joven, culto, que sabe perfectamente sobre lo que escribe y lo hace notablemente bien.
Fue el  momento de preguntarle directamente que es verdad y que no lo es, y allí uno descubre que Antonio sabe a la perfección jugar al misterio…
Su colección de fotos de Chiquita es una delicia que tuvo la gentileza infinita de regalarme en perfectas copias..
En el secreto de su alianza con Chiquita basó su éxito y no lo va a perder por sus declaraciones, lo tiene perfectamente claro.
Lo que hay  que agradecerle es que escribió un libro apasionante,  rescatando del olvido a aquella mujercita de 65 centímetros que hizo arder (y rompió) tantos corazones hace más de 100 años.
Queda algo claro al final, las pasiones humanas, los amores y odios nos toman por igual a todos los seres humanos…
El tamaño es lo que menos importa.

Copyright © EM

Chiquita en una de sus postales promocionales a los 25 años de edad. Circa,  1894
Chiquita en foto promocional. Adoraba los abanicos c.1898

Chiquita con su esposo c. 1899


Chiquita mayor con peluca negra y moda de los años 20. Foto autografiada.



viernes, 13 de diciembre de 2013

Cuando Bagdad era un café.



Es un cuento de hadas que se desarrolla en el desierto de Mojave en Estados Unidos. 
Ese páramo aparentemente inanimado al sur de California y que se extiende por 124.000 kilómetros cuadrados.
Cuando llegó “Bagdad Café” (1987) a Montevideo, dos años después de su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Río de Janeiro,  se convirtió, por derecho propio, en uno de los acontecimientos cinematográficos del año.
En ese entonces para nosotros, Bagdad era una ciudad muy lejana de la que poco escuchábamos hablar y no la babel invadida y repleta de terroristas de todos los signos e inocentes asesinados a mansalva como sigue siendo desde 1990. Tan poco tiempo pasó, tanto horror nos fue volviendo más insensibles que hoy pensamos que siempre fue una ciudad en ruinas...

Una actriz de peso y la música
El portento físico de Marianne Sägerbrecht y su natural ternura, conquistaron a todos/as y escuchar en la banda sonora la desgarradora  “Calling you” en la voz de Jevetta Steele fue tema de muchísimas conversaciones en los cafés montevideanos de entonces, que como sabemos, han desaparecido en su gran mayoría.
 La canción fue candidata al Oscar,  pero le ganó Carly Simon con el tema central de “Secretaria ejecutiva” (1988) en la que Melanie  Griffith estrenó un papel que ha intentado desde entonces clonar sin éxito.
“Bagdad Café” vista hoy,  26 años después, sigue manteniendo sus muchos valores. Tal vez mejorados por la gran cantidad de productos actuales carentes del tiempo necesario para pensar o deleitarse ante una escena.
Aquí no hay ni autos que se persiguen, ni explosiones, ni efectos especiales, ni asesinos seriales, ni monstruos temibles, ni siquiera estrellas de Hollywood (si exceptuamos a Jack Palance que lo es,  pero de segundo orden…).
La historia es simple, una turista alemana  luego de una discusión con su marido deja el auto para quedarse sola - con el equipaje equivocado-  en medio de la nada hasta que encuentra un local mezcla de motel y café al paso en ruinas, sucio, sin el menor encanto y con gente que tiene más problemas de los que puede soportar. Lo que nadie espera ocurrirá, y esa señora de trajecito sastre y sombrero con plumita, que habla muy poco inglés,  les va a cambiar la vida a todos/as y ella misma irá por impensados caminos de cándido erotismo y afectos a raudales.

La historia poco conocida de un éxito mundial
Originalmente titulada “Out of Rosenheim”, esta película del alemán Percy Adlon fue su mayor éxito y por el que se hizo famoso.
Adlon fue también el autor de la historia, junto a su esposa Eleonore y a Christopher Doherty.
Hoy queda claro que sin el reparto que tuvo, la película hubiera sido otra cosa. Tanto Marianne Sägerbrecht (como Jasmin Münchgtettner) y  CCH Pounder  (como Brenda) tampoco volvieron a tener  brillo en sus carreras posteriores.
Sägerbrecht con decenas de  películas más, sobre todos alemanas  o Pounder en series de televisión norteamericanas actuales como “The West Wing” o “The Shield”,  volvieron al nivel de sus notables interpretaciones en “Bagdad café”.
Las escenas en las que Jasmin posa para el pintor de decorados de Hollywood Rudi Cox (Jack Palance) en la casa rodante de este, son verdaderos cuadros vivientes de Fernando Botero,  desbordantes de ternura, aún en los osados desnudos.
El hijo de Brenda que obstinadamente se empeña en interpretar fugas y preludios de “El clave bien temperado” de Juan Sebastian Bach tampoco se olvida, así como las escenas de “limpieza” del sucio café por esa alemana rolliza y bella,  filmadas como un original video clip.

Cuando estirar un éxito lleva a su muerte
Luego del éxito de la película, vino la serie de televisión con el mismo nombre y protagonizada por Whoopi Goldberg (1990) como Brenda y en la que una gran actriz como Jean Stapleton hizo lo que pudo con el personaje de Jasmin.
Producto puramente comercial,  aprovechando el éxito del film, duró sólo 13 episodios.
En 2003 Adlon volvió con su historia ahora como un “musical” insólitamente estrenado (en inglés) en Barcelona con la cantante Jevetta Steele (la de la canción original del film) como Brenda y Melanie Vaughan como Jasmin. Desde entonces se han estrenado varias versiones europeas que fueron fracasos unánimes.
Es que pretender estirar un éxito hasta sus últimas consecuencias suele tener estos resultados.
Los cuentos de hadas ocurren una sola vez.
El “estado de gracia” en que se estuvo todo el elenco durante la filmación de 1987 es irrecuperable.
Ahora el DVD, titulado pomposamente “Edición especial” -sin que tenga otra cosa que una versión restaurada en colores y sonido- permite volver a disfrutar de la magia de aquel grupo de actores y un director que fueron tocados por eso intangible que se llama talento y plasmarlo en una película que sigue tan fresca  y hermosa como 26 años atrás.

 Copyright © EM

Marianne Sägerbrecht y CCH Ponder como Jasmin y Brenda, dos almas por el desierto en 1987.
http://youtu.be/oCLpLWcX2cg  Si quieres recordar la canción “Calling you” en la voz de Jevetta Steele simplemente tienes que hacer click en esta dirección. Vale la pena escuchar este llanto dolido e imponente.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La fiesta de Faunch



Cuando vimos “La fiesta de Babette” (1987) muchos espectadores en el mundo entero, quedamos fascinados al ver cómo, de una pequeña historia, se podía llegar a un relato mayor. Es difícil olvidar a aquella misteriosa mujer a la que el azar dotó de una pequeña fortuna que gastará para hacer una comida – su especialidad era la cocina de los grandes restaurantes- en un pueblo diminuto entre los fríos fiordos del norte europeo.  Y como esa cena iba a cambiar temperamentos y a derribar barreras sociales y religiosas de una rigidez aparentemente imposible de mover.

Dos ingleses en el Río de la Plata
Hace unos días me encontré frente a un relato de la historiadora Maxine Hannon que se limita a contarnos la historia del matrimonio Faunch en el Río de la Plata comenzando en 1819,  que bien podría ser un notable argumento para una historia con puntos similares con la recordada Babette.
Era otoño  y el matrimonio integrado por James Faunch y Mary Morley llegó a Buenos Aires. En 1819 los barcos todavía tenían que anclarse muy lejos de la costa, los pasajeros pasar a unas barcazas y luego a una especie de desvencijado carretón de ruedas muy altas metido en el Río de la Plata,  tirado por un pobre caballo y así, empapados, llegar a tierra firme.
Vienen pensando en “hacerse la América”,  les han contado que Buenos Aires es un lugar excepcional, incluso han leído que  “ninguna ciudad del globo ofrece una importancia más envidiable que ésta, con un comercio floreciente con el universo y unas industrias que se ven con satisfacción por todas sus llanuras…
Miran a su alrededor y nada les parece más alejado de esos relatos….
Pero siguen adelante y verán que las casas están blanqueadas, que no hay mugre por doquier y que la gente es amable.
Pasarán su primera noche en la  posada de Mrs. Taylor, una inglesa a la que por misteriosas razones todos llamaban Doña Clara.
James tenía entonces 30 años, Mary era unos años menor. Él era un excelente cocinero y ella tenía experiencia como mucama en algunos hoteles de Londres.

La fonda de Faunch
Van a fundar así la “Fonda de los Faunch” que marcará durante unos años el lugar elegido por todo viajero importante que llegue a  Buenos Aires.
Para 1822 ya tenían hasta publicidad en la prensa y toda la sociedad porteña y los extranjeros de pro iban a comer allí, naturalmente en su casi absoluta mayoría hombres solos o grupos de amigos.
Llegaron a tener veladas musicales importantes  en las que participó hasta el famoso Amadeo Gras- más conocido como pintor y fotógrafo- que había sido primer cellista de la Opera de París.
En los salones de la fonda se ofrecieron las más importantes fiestas de esos años, su servicio era copiado por otros, pero nunca igualado.
Tal fue el éxito que tuvieron que mudarse a un lugar más grande y mejor ubicado, cercano a la Catedral. 
Se llegó a alojar allí el arzobispo romano Juan Muzi con su séquito,  que incluía al joven Mastai Ferretti, futuro Pío IX…
En 1827 se pudo leer en la prensa porteña “La nueva Fonda de Faunch es un espléndido edificio que estuvo en arreglos por más de doce meses y ahora cuenta con baños calientes, departamentos para familias y hasta un mirador.
La comida es deliciosa y en las noches hay tertulias soberbias a la que asiste lo más granado de nuestros círculos sociales”. 
Siempre me pregunté si los Faunch habían aprendido castellano. No hay una sola crónica que hable sobre ello por lo que es difícil asegurarlo. Su clientela era, en gran parte, extranjera, por lo que se puede deducir que los idiomas se mezclaron siempre.
Sí sabemos que fueron grandes trabajadores y que todo relucía en el establecimiento que también fue visitado por varios orientales que dejaron su testimonio en correspondencia personal en la que alaban las virtudes del establecimiento y el buen trato de sus dueños.

La muerte, esa implacable
Pero el 15 de febrero de 1828 James Faunch murió repentinamente (probablemente de un infarto cardíaco)  la Fonda quedó a cargo de su viuda que la regenteó con éxito hasta lograr, por ejemplo,  que en 1829 le instalaran- a su costo- iluminación a gas oil que se encendía interior y exteriormente todos los domingos para solaz de los paseantes.
Un tal Mr.Jackson- también inglés- y asistente de Mary Faunch en la Fonda, se enamoró de ella y ella de él. 
Se casaron el 19 de junio de 1830 y en 1832, dueños de una cantidad  considerable de dinero fruto del trabajo,  venden el establecimiento y  regresan a Inglaterra para “pasar unos años disfrutando”, cosa que hacen sin más trámite. No hay registro sobre sus actividades allí.

Montevideo y el fin de la historia
Un año después- en 1833- no encontrándose a gusto en Inglaterra, que mucho había cambiado en los 14 años en que Mary estuvo fuera, deciden volver al Río de la Plata con el fin de “abrir un nuevo establecimiento”. En el  equipaje cargaban  los más novedosos artefactos de la hotelerìa moderna.
El viaje fue largo y agotador,  hasta que llegando cerca de las costas uruguayas el barco se hundió y todos: pasajeros y tripulación perecieron,  menos el capitán y un marinero “pese a haberse mandado un salvamento de urgencia desde Montevideo”.
Triste y cinematográfico final-  en nuestras costas- para aquellos que, como Babette- a través de la comida, el buen trato y la firme determinación de hacer que sus clientes estuvieran bien, alegraron la vida de unos cuantos hace más de 180 años. 
Vale la pena recordarlos.
Copyright © EM

Litografía coloreada de C.E.Pellegrini c.1828 representando un salón porteño,  que bien puede parecerse a una estancia del hotel de Faunch


viernes, 29 de noviembre de 2013

Tita, la bataclana rea que se convirtió en leyenda

Por estos días estoy trabajando sobre una serie de películas argentinas de temática social,  realizadas entre 1935 y 1954,  que me han asombrado por su realismo, buena factura y actuaciones sorprendentes, aún hoy,  cuando creemos que se ha visto todo y no queda mucho por descubrir.
La primera constatación es ¡que buen cine se hacía entonces en Argentina!
Y que gran cantidad de actores, actrices, directores y técnicos de primera línea se han perdido en el olvido.
Ya nadie recuerda ni sus nombres ni la fama que tuvieron en tiempos de producción frenética  luchándole el mercado latinoamericano nada menos que a Hollywood. Y ganándole en mercados como México y Cuba.

Salvados con tecnología
Por suerte, parece que alguien se dio cuenta de que tienen un tesoro a descubrir en los archivos de Artistas Argentinos Asociados, Argentina Sono Film, Lumiton y otras grandes productoras de esos años. Y que existen aún los negativos en buen estado,  por lo que han comenzado -muy lentamente- a transferirlas a formato DVD, que en otras partes ya está quedando obsoleto,  pero tener todo digitalizado ya es un paso grandioso para apoyar este trabajo de recuperación de la memoria fílmica de una industria que supo conquistar un mercado tan inmenso que hoy sería impensable conseguir.

Este trabajo provee además,  al investigador,  la posibilidad de ver- en la mayoría absoluta de los títulos- por vez primera,  algunas obras que nunca más se volvieron a presentar ni en cines ni por televisión, salvo algún caso aislado.

Algunos títulos
El grupo seleccionado, como en toda selección en forma absolutamente subjetiva, incluye: “Puente Alsina” (1935) con José Gola y Delia Durruty;
Mujeres que trabajan” (1938) con Mecha Ortiz, Tito Lusiardo y Niní Marshall;
Kilómetro 111(1938) con Pepe Arias, Ángel Magaña y Delia Garcés; “Muchachas que estudian” (1939) con Enrique Serrano, Sofía Bozán y Alicia Vignoli; “Elvira Fernández, vendedora de tienda” (1942) con Paulina Singerman, Juan Carlos Thorry y Tito Lusiardo; “Almafuerte” (1949) con Narciso Ibáñez Menta, Pola Alonso y Eca Caselli; “Las aguas bajan turbias” (1952) con Hugo del Carril, Adriana Benetti y Raúl del Valle; “Deshonra”(1952) con Fanny Navarro, Mecha Ortiz y Tita Merello; “Barrio gris” (1954) con Carlos Rivas, Alberto de Mendoza y Mirtha Torres cerrando con “Mercado de Abasto” (1954) con Tita Merello, Pepe Arias y Juan José Míguez.
Surgen allí los nombres de directores impecables como  Manuel Romero, Mario Sóffici, Luis César Amadori,  Hugo del Carril, Daniel Tinayre, y Lucas Demare entre otros, que sabían hacer perfectamente su trabajo. Y como filmar en glorioso blanco y negro los melodramas más apasionantes.
A los espectadores de hoy,  esta lista de nombres de películas,  actores y directores no les dice nada. ¡Pero fueron grandes!


El star system criollo
Surge claramente un star system argentino que tuvo sus divas y divos al mejor estilo Hollywood, quienes sin ganar las mismas fortunas,  tuvieron los mismos caprichos y prebendas…
El cine de “teléfonos blancos” o decorados con escalinatas fastuosas tuvo más de un cuarto de hora y el vestuario de las actrices marcó tendencia en todo el continente. Las que vestían de fiesta eran casi siempre las mismas y las otras, las que destacaron en personajes populares, también sabían rodearse de diseñadores, maquilladores y peluqueros que conocían perfectamente las técnicas para favorecerlas o crearles un estilo intransferiblemente personal (de este grupo surgió Julio Alcaráz, el peluquero de Evita y creador de su mítico moño).
Todo esto viene a cuento por la personalidad de una actriz fenomenal que aún hoy,  en películas como “Mercado de Abasto”,  literalmente se come la pantalla: Tita Merello.

Da bataclana rea estrella
Tita fue un portento de naturalidad pese a sus no tan amplios recursos actorales como podemos creer,  viéndola por primera vez.
Normalmente hacía de ella misma, pero lo hacía maravillosamente bien.
Fue una  “bataclana rea” -como alguien de su época la calificó- ya fuera una vendedora de pollos o la encargada de un bar, ya se agarrara de los pelos con su cuñada por un engaño amoroso de esta “descocada” o la crispación furiosa por haber sido traicionada y abandonada al poco tiempo de tener su primer hijo….
Cuando Tita filmó “Mercado de Abasto” ya tenía 50 años y se le nota en los primeros planos.
Es poco creíble su embarazo – que nunca se ve- o que el hijo,  “Rabanito”,  crezca con tal celeridad, pero hay que ver a Tita sufriendo cuando el nene es picado por una tarántula o cuando se da cuenta de que el sabandija que la engañó,  en el fondo “algo la quería…”.
Sólo una grande es capaz de resistir el imposible diálogo de la noche de bodas,  cuando declara “ahora comprendo lo que dice el catecismo…que la mujer está hecha para servir al marido”.
Seguro que ella no creía una palabra de esa frase,  pero la dice con tal convicción que se convierte mágicamente en una cruzada de la causa machista.
Además,  es en esta película que canta su célebre “Se dice de mí” en medio de un picnic de trabajadores del mercado.
Hay una exaltación hacia las clases populares (pobres pero con “dignidad peronista”, claro) que nunca más se vio.
El niño Rabanito es tratado en un hospital que parece la Clínica Mayo y en las salas se muestran al pasar decenas de “pulmotores” que eran la avanzada de la tecnología médica de esos años,  amén de que todo el personal hospitalario es de una dedicación absoluta y todo brilla que hasta encandila.
Son los logros del primer peronismo mostrados con una exaltación casi reverencial.
Seguramente la mano del terrible y legendario Raúl Alejandro Apold puso su granito de arena en estas secuencias.
Tita siguió filmando hasta  1985 (“Las barras bravas”), tenía ya 81 años.
Desde que comenzó su carrera en el cine en 1933,  con la legendaria “Tango “
 -considerada la primera película sonora argentina - protagonizó 31 películas y participó en papeles muy pequeños en otras 7.
Nacida en 1904 tuvo una infancia de miseria, hambre y calle, ya de jovencita se hizo cantora (decidora sería lo más exacto, nunca fue una gran cantante) de tangos y milongas con un estilo arrabalero que la distinguiría de las demás. Luego trabajó en circos, cabarets, revistas, radios, televisión y teatros.
Los últimos años los pasó alojada en la Clínica Favaloro de Buenos Aires donde murió en 2002 cuando ya tenía 98 años.
Le faltaron dos para llegar a centenaria.
Igualmente se  puede decir que “vivió el siglo”.
Nunca se calló-casi- nada.
Y hasta conoció la humillación de ser relegada a trabajar en carpas de feria -después de haber sido una estrella absoluta- luego de la caída de Perón.
La “Libertadora” no le perdonó su filiación peronista. Las listas negras de antes cambiaron los nombres  en una  Argentina en la que esto sigue siendo moneda corriente de forma más o menos velada.
A Tita le impidieron trabajar en cine, radio y teatro. Cantar en ferias,  podía.
Locura perversa de la censura.

El amor: Luis Sandrini
Su amor por Luis Sandrini la marcó para siempre, y  cuando el actor la dejó para casarse con Malvina Pastorino su dolor ya no tuvo cura.
Es curioso este amor ciego.
Dos personalidades aparentemente opuestas, Sandrini con su personaje de Felipe (un pobre infeliz de GRAN corazón) era lo que el público quería de él. 
Tita, una hembra bravía e indomable, parecía que no se enamoraría de un hombre así.
Pero ya sabemos que el amor es ciego y los opuestos se atraen…
Con Sandrini se habían conocido a fines de los años 30 y convivieron hasta 1949, aceptando Tita pasar a un segundo plano durante toda esa década,  ante el verdadero estrellato de Sandrini quien era primerísima figura del cine y del teatro argentinos y continental.
En esos años tuvieron-ambos- breves aventuras con otras/os,  pero no fue hasta que a Sandrini le salió una película en España y Tita no quiso viajar junto a él que se desencadenó el final.
Era diciembre del 49 y Tita tenla la posibilidad de protagonizar en teatro "Filomena Marturano",  papel a su medida que primó por sobre el  viaje como "acompañante" de Sandrini,  quien  partió  solo. 
Luego vendría Malvina Pastorino, su casamiento con ella y la marca a fuego en el corazón de Tita quien debió elegir entre el amor y su carrera. 
Tal vez luego  se arrepintió de haber elegido la carrera de actriz por sobre el hombre que más amó, pese a que fue uno de los mayores éxitos de su vida profesional.
Todo indica que no fue una mujer feliz ni en sus años de mayor esplendor.
Júver Salcedo me contó que fue a verla al camarín luego de una función de su ya  legendaria “Filomena Marturano” y ella, frente a un espejo rodeado de luces como buena estrella que era,  lo recorrió con la mirada de arriba abajo como hacía con todos los hombres que la visitaban. De una forma que hoy consideraríamos casi abusiva. Era así, estuvo hecha para no bajar la cabeza ni hacerse la mosquita muerta, nada más lejano a una personalidad que podía molestar por su lenguaje arrabalero y su impostura hostil que ella manejaba  perfectamente.
La amargura la fue tomando poco a poco como una incurable enfermedad y la actitud desfachatada de sus años de esplendor fue dando paso al capricho, la religiosidad exacerbada, la soledad, el perrito Corbata y el aislamiento casi total.
Murió sola… con una soledad que duele.
Sus últimas imágenes,  en silla de ruedas,  mostraron a una ancianita que había quedado reducida a unos huesitos con unos ojos como cuencas vacías,  sin el menor atisbo del fuego con el que podía fulminar a quien fuera años antes. 
La muerte de su hermano Pascual - cuatro años menor que ella- fue el último golpe antes de abandonar su lucha por vivir.
Fue producto de su tiempo, la modernidad no entró en sus parámetros de vida.
Ella, que miraba a los hombres desfachatadamente en la vida real,  hoy se horrorizaría ante las vedettongas carentes del más mínimo talento  que pululan  por la televisión argentina vistiendo sólo un conchero de lentejuelas.
Tal vez,  poca gente la recuerde dentro de algunos años, pero es importante saber que dentro de sus frases célebres,  hay una que merecería figurar en cualquier antología,  ya que es adaptable a la cultura y al mundo en general: “Hay que cuidar la flauta porque la serenata es larga
Alguien que dijo eso, merece ser recordado por siempre!

Copyright © EM

Tita en su esplendor c.1950