viernes, 6 de septiembre de 2013


Cenizas al viento



Cuando se estrenó “Y la nave va” (1983) de Federico Fellini, muchos creyeron ver en la secuencia en que los amigos llevan a bordo de un barco de lujo en julio de 1914 las cenizas de la cantante de opera Tetua para ser esparcidas al mar y, en el momento de la operación, una ráfaga de inesperado viento los cubre con el polvo grisáceo-remanente tangible de la diva- una alusión directa a lo que aparentemente sucedió con María Callas en idénticas circunstancias.
María había fallecido en su departamento de Paris el 16 de septiembre de 1977- oficialmente de un ataque cardíaco- cuando aún no había cumplido los 54 años de edad, aunque esas circunstancias finales siguen siendo objeto de especulación y hay quienes dicen que su reclusión voluntaria-adonde nadie la veía por meses- fue un suicidio o un asesinato. Nunca se sabrá, y cada tanto aparecerá una nueva teoría descabellada o con visos de realidad.
Dos años después, en 1979,  un grupo de sus amigos íntimos llevó a bordo de un barco sus cenizas para ser esparcidas por el Egeo y, se dice, que en el preciso momento en que las tiraron al mar, una ráfaga de viento las devolvió a la nave y literalmente “bañó” a los presentes.
Hace poco leí que las cenizas del escritor y apasionado de la egiptología Terenci Moix fueron esparcidas en el Valle de los Reyes de Egipto según su última voluntad y que en el momento de la operación -que tuvo que hacerse en completo secreto porque está específicamente prohibido por las autoridades egipcias- una nube absolutamente improbable cruzó el sol oscureciendo por unos segundos el paisaje.¿Verdad?
¿Leyenda? Convengamos de todas formas en que no queda nada mal como parte de la historia.
Todo esto viene a cuento porque hace unas semanas una noticia-real- pasó por las redacciones de medio mundo sin mayor destaque.
Que no lo tiene, si no fuera por las consecuencias.
Un pequeño grupo de familiares se reunió en la isla de Gran Canaria para cumplir el último deseo de una joven fallecida poco tiempo antes. Que sus cenizas fueran esparcidas al mar.
Dejó expresa constancia de quienes quería que efectuaran la operación.
Se reunieron entonces en un paraje conocido como Las Salinas del Bufadero en el Municipio de Arucas, zona de acantilados en el norte de la isla, para hacer efectivo el deseo.
En el  momento mismo de la operación, se levantó inesperadamente una gran ola que arrastró a sus dos hermanos y a una prima hacia el mar.
Ante la mirada atónita del resto de los dolientes, los hermanos desaparecieron y la prima fue rescatada luego de grandes esfuerzos por parte de otro miembro de la familia.
Los tres habían sido designados por la difunta.
Es una magnífica historia para el cine. Especulemos. ¿Se los quiso llevar? ¿Fue una venganza desde el mas allá?¿Fue por amor u odio?
Si lo viéramos en una película nos costaría creerlo.
Viendo por segunda o tercera vez Good bye, Lenin (2003) en la escena final, el hijo lanza -dentro de un cohete de fabricación casera- sobre el Berlín unificado, las cenizas de esa madre que escondía tantas historias. Un hermosísimo fin para esa inteligente película que vale la pena ver y rever. Me consta que muchos/as pensaron que la escena no era creíble y sólo era una licencia metafórica del guionista.
 Con los ejemplos antes enunciados vemos que para nada lo es.
Vaya uno a saber por donde -en nuestro entorno más cotidiano- hay cenizas de conocidos o no. Y esto no es ni humor negro ni historia de terror, es realidad.
Tengo una tía- a quien adoraba- que quiso que sus cenizas fueran a dar al Rosedal del Prado. Y allí está, sin que se levantara viento o una nube tapara el sol.
Por Internet circulan ofrecimientos para llevar cenizas al espacio exterior o hasta el mismísimo suelo lunar (!), siempre que los dolientes tengan el dinero suficiente para pagar la costosa operación.
El problema es que exista vida en el más allá y en el crucial momento uno/a decida, como la joven canaria, tomar venganza o nos de un ataque de amor eterno. Habrá que tenerlo en cuenta a la hora de cumplir esas voluntades.
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Fotograma del film de Federico Fellini "E la nave vá" (1983)


Indocumentado.




Hace unos días, regresando desde New York en uno de esos vuelos en los que uno supone que han vendido hasta el último lugar disponible, y aún más, en el asiento de al lado venía un uruguayo que hacía 5 años no regresaba al país.  Estaba indocumentado y ello le coartaba la libertad de movimiento fuera de los Estados Unidos sin que su status fuera detectado por los equipos informáticos de los aeropuertos.
La historia se me disparó porque había visto en diferentes momentos- desde la preproducción al rodaje y hasta el estreno en el pasado festival de Punta del Este- de INDOCUMENTADOS (2004) de Leo Ricagni que enlaza con inteligencia y desde el alma varias historias de estas personas que se encuentran en una especie de limbo social. Sin ningún derecho, pocas o mínimas obligaciones y el terror constante de ser descubiertos y deportados.
Con mi ocasional compañero de vuelo establecimos una larga conversación en ese tono que sólo se logra en aviones y aeropuertos, sabiendo que con quien hablamos nunca más nos volveremos a ver ni a intercambiar palabra alguna. A veces, vaya uno a saber porque mecanismo, en estos lugares  se habla desde el alma y escucha de la misma manera, contándole a un extraño cosas que en la mayoría de los casos no haríamos con un compañero de trabajo por ejemplo.
Vamos a ponerle nombre y algunos lugares de ficción para una historia real.
“Carlos” volvía a Montevideo luego de 5 años. Se había ido por insistencia de un amigo que vivía- indocumentado- en Miami y le aseguraba casa, comida y contactos para conseguir fácilmente un trabajo, sólo le pedía un favor, que en el viaje le llevara a la novia- que estaba embarazada- y que no se animaba a viajar sola.
Carlos juntó dólar sobre dólar, vendió una camionetita con la que hacía fletes en su barrio de Jardines del Hipódromo y finalmente consiguió el dinero para el pasaje y un remanente de 300 dólares con los que comenzó su odisea.
Se puso en contacto con la novia de su amigo -a quien conocía poco o nada- y allá marcharon. No tuvieron problemas en la fatídica ventanilla de entrada – era el momento en que los uruguayos estábamos contemplados en el programa de exención de visa- retiraron el equipaje y salieron en el amanecer al sofocante calor que suele hacer en las afueras del Aeropuerto Internacional de Miami.
 No estaba el amigo.
Esperaron y esperaron y nada. Se hicieron miles de conjeturas: Le pasó algo, se durmió, se equivocó de hora…
Habían llevado anotada la dirección, por lo que decidieron tomar un taxi pero, como ninguno de los dos hablaba palabra de inglés y la mayoría de los taxistas  de allí dejaron de ser hispanos para ser haitianos, debieron preguntar a los gritos si había alguno que hablara español. Lo encontraron y llegaron a la casa del amigo.
No estaba.
Golpearon y nada, ni señal. Se sentaron en el pequeño jardín del frente de la casa a esperar. ¿Que otra cosa podían hacer?
A las dos horas, aparece el amigo que venía de una fiesta y ni se acordaba que venían... Saludos,  comentarios, que susto, no sabíamos que te había pasado y una situación inesperada. Le lleva a la novia el equipaje para la casa y cuando Carlos va a entrar el suyo, el amigo le dice “No mirá, lugar para vos no tengo, te agradezco  hayas traído a mi novia pero buscate otro lugar, porque aquí no te podés quedar…” Rabia, dolor, desamparo. ¿Qué sintió entonces?
Se fue con sus valijas (dos) y todo lo que tenía en el mundo en ese momento, a caminar bajo el sol ya alto y abrazante de la Florida.
Encontró un hotel de 30 dólares la noche y allá fue. En el mismo hotel conoció a un argentino a quien le contó lo que le sucedía. Este le sugirió la casa de un panameño que alquilaba piezas por U$S 50 a la semana. Se mudó al otro día. Eran piezas para cuatro y un baño para 16 personas, todos indocumentados.
Trató y trató de conseguir trabajo y nada, pasó una semana y otra y seguía en la misma. De los U$S300 al llegar ahora tenía solamente 70. Le dijo entonces al panameño de la pensión que por más que buscaba no conseguía trabajo alguno y que no podría pagarle la pensión otra semana más. El panameño le pidió que hiciera las valijas y se fuera.
Carlos entonces volvió a la calle. ¿Qué sintió entonces?
Durmió entre unos árboles del jardín de un hotel en el que trabajaba como guardia nocturno uno de los compañeros de pensión que le hizo de “pierna” de dejarlo. Su miedo más fuerte era que le robaran las valijas. Era todo lo que tenía. Al otro día volvió a encontrarse con el argentino que le había dado una mano en el comienzo. Había intercedido ante el panameño de la pensión y podía volver por una semana y pagar después. Y sucede entonces lo imprevisto, buscan un chofer para llevar una camioneta con indocumentados uruguayos hasta una localidad del estado de Georgia. Carlos sabía manejar bien y se ofrece. Le dan el trabajo, advirtiéndole que debe tener mucho cuidado porque no sólo él es un indocumentado sino que transporta indocumentados y un accidente podría significar la deportación de todos…Por supuesto que nunca supo quien lo contrató. Viajaba, volvía y le pagaban bien.
Comienza así un período de un año transportando uruguayos dos o tres veces por semana en grupos de tres o cuatro cada vez. Nunca supo adonde los llevaba. Los dejaba en ese pueblo adonde los recogía otra camioneta y seguían viaje.
Ahorró, se pudo mudar de la pensión del panameño a un apartamento muy chico con otros tres indocumentados, dos argentinos y  un chileno.
Y un día en que no tenía que viajar se sintió mal, muy mal. Tan mal que creyó morirse. Uno de sus compañeros lo llevó a una emergencia pública adonde lo tuvieron durante 6 horas sin atender-esperando- porque no tenía ni papeles ni cobertura médica alguna. Tenía un estrangulamiento intestinal que requería cirugía inmediata. Todos sus ahorros – U$S 5000 -no cubrían la tercera parte de la operación, luego de negociaciones con una administrativa cubana del hospital logró que lo operaran, a cambio de firmar una decena de papeles en los que se comprometía a pagar después,  cosa que hizo puntualmente.
¿Que sintió en ese momento?
Sale bien, se recupera en tiempo record y a la semana estaba nuevamente manejando la camioneta con indocumentados.
Regresando un día a Miami solo y pensando, decide mudarse de estado y ciudad. Había conocido a alguien de New Jersey  y volvió a confiar. No podía ir en avión porque le iban a pedir el pasaporte, fue en ómnibus Greyhound en un viaje interminable de un día, seis horas y quince minutos.
 Gracias a esta persona consiguió trabajo enseguida y no uno sino dos, de día trabaja en una sanitaria, de noche como mozo en una parrillada de un argentino. Se mudó por fin solo. Comenzó a comprar entonces- por primera vez desde su llegada-los muebles para su casa, la tele, una computadora con la que aún lucha y por consejo de un compañero de la parrillada contactó a un abogado.
Éste le comenzó a tramitar los papeles para darle finalmente una identidad. Y ahora, después de muchos meses y dinero, venía a Montevideo a buscar su visa de trabajo.
¿Qué sentía mientras miraba el Cerro desde el aire después de cinco años?
Piensa que una vez que tenga los papeles no volverá más al Uruguay.
“Tengo mi vida allá y me costó mucho tenerla” No cabe duda .
 Acá quedó su madre y una hermana a quienes espera llevarse pronto.
La última vez que vi a Carlos fue cuando llegamos al aeropuerto de Carrasco, traía dos valijas gigantes llenas de regalos. Lo pararon los funcionarios y lo estaban revisando. Nos despedimos con un “Chau, un gusto haberte conocido…”
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Poster original del film "INDOCUMENTADOS" de Leo Ricagni (2004),  colección del autor.


Ya nadie recuerda a Monsieur D.


En la historia del cine hay personajes que han sido retratados hasta el hartazgo y otros, que por más fascinantes que hayan sido sus vidas, apenas si han figurado como personajes-casi siempre- secundarios.
Tal el caso de Sergei Pavlovich Diaghilev una autentica leyenda de las artes de comienzos del siglo XX al que sólo recuerdo como papel de reparto en “Nijinski” (1980) en brillante interpretación de Alan Bates y dentro de una mala película que cada tanto en las madrugadas montevideanas dan por el cable.
No fue ni compositor ni intérprete, ni bailarín ni coreógrafo, ni escenógrafo ni vestuarista, pero supo como pocos en el siglo XX, reunir a los más brillantes de su época en cada área.
El debut en París de los “Ballets Russes” creados por Diaghilev se produce en 1909 cuando este tenía 37 años.
Que año! : Louis Blériot realiza la primera hazaña aérea: da un salto sobre el Canal de la Mancha; la producción de Ford supera los diez mil coches anuales; Lee de Forest hace los primeros ensayos de radiotelefonía, transmitiendo la voz de Enrico  Caruso desde el Metropolitan de Nueva York; se ensaya la transmisión de imágenes por radiotelegrafía y se hacen los primeros intentos de televisión… Aquellas primeras presentaciones del grupo creado por el hoy olvidado Diaghilev van a influir en las más diversas  áreas como el mundo de la decoración, del diseño gráfico, la joyería, la moda y la perfumería.
 Uno de los primeros lanzamientos de Myrurgia relacionado directamente Diaghilev -y que pocos conocen- es la emblemática fragancia “Maderas de Oriente “que seguramente muchas uruguayas recordarán por sus “palitos” dentro del frasco. Pionero absoluto del “packaging con algo más”.
En un momento se dijo que “Las Zapatillas rojas” (1948) estaba inspirada en la vida de Diaghilev, un tanto dudoso. Salvo que el personaje que hacía Moira Shearer estuviera inspirado en Vaslav Nijinsky cosa poco probable. El travestismo no era una opción entonces...
En producciones muy recientes dedicadas a los “Ballets Russes” en las que aparecen Nijinsky y Diaghilev, se “reconstruyen”, a partir de fotografías, lo que fueron esos años de notable creatividad ya que fue el propio empresario quien no permitió que se filmara ninguna de las representaciones. 
Por ello tuvieron que apelar a toda la imaginación posible las producciones “Ballets Russes” (2005) dirigida por Dan Geller y Dayna Goldfine presentada en forma extraordinaria en el último Festival de Sundance luego de casi 5 años de trabajo de edición y “Nijinsky: from the Diaries of Vaslav Nijinsky” (2001) producción australiana dirigida por Paul Cox con la voz del gran Derek Jacoby como relator y a la que a las fotos de época les sumaron la participación  de algunos bailarines de hoy recreando las famosas coreografías. 
Ambas no estrenadas- ni posiblemente nunca a estrenarse- en Montevideo y encontrables en DVD por Internet.
No hay filmaciones de Nijinsky bailando, lo cual alimenta sin duda el mito.
Algo que es imposible saber si fue hecho ex profeso.
Identificados con el lujo y el exotismo, el funcionamiento de la famosa compañía fue siempre un misterio, y ese misterio se ha mantenido con el tiempo pues la mayor parte de los acercamientos históricos y biográficos que se han realizado, ha eludido los temas más escabrosos ( amores apasionados, rupturas escandalosas, venganzas terribles, sueldos escasos y el funcionamiento empresarial interno). 
Hay investigaciones recientes, pero no muchas, los libros sobre el empresario-como protagonista- no llegan a 45.
Se sabe si que los bailarines estaban sometidos a una disciplina  de hierro que incluía ensayos de horas y horas sin que a nadie se le escapara una queja. Diaghilev controlaba a sus “empleados” en sus carreras y  en sus vidas privadas. 
Tenían prohibido jugar en casinos, tomar drogas,  asistir a fiestas o hacer declaraciones públicas sin autorización previa de su parte. 
Quien por cierto, nunca las otorgaba.
 Diaghilev, fue arbitrario hasta el exceso y con un ojo acertadísimo a la hora de elegir a sus colaboradores. 
Fueran estos Picasso, Juan Gris, Stravinsky, Prokofiev, Satie, de Falla, Derain, Benois, Fokine, León Bakst o Raoul Duffy la última palabra siempre la tenía él.
Dos anécdotas que muestran al empresario en toda su faceta de personaje  a recordar. Cuando un jovencísimo Jean Cocteau quiso escribir y montar un ballet, Diaghilev lo retó a hacerlo con un fuerte “Etonne moi!” (¡Sorpréndeme!). 
En respuesta al reto Cocteau combinó su talento con el del compositor Erik Satie, el coreógrafo Leonide Massine y el pintor Pablo Picasso para crear un ballet revolucionario “Parade”, que se representó por primera vez en 1917.
Y otra, que tiene que ver con otro personaje, aún menos recordado, el bailarín Félix el loco.
Félix Fernández García (nombre probable, pero no seguro). Nacido en Sevilla en  1893  y muerto en  Epson (Gran Bretaña) en 1941.
 Diaghilev lo contrató en 1918 para participar en la nueva versión de “El Corregidor y la Molinera” (conocida también como “El Sombrero de tres picos”) de Manuel  de Falla que sería estrenada en Londres. 
La bailarina Tamara Karsavina, quien interpretaría a la molinera, ha dejado constancia de algunas de las cosas que allí ocurrieron:
  "Diaghilev, con el fin de inspirarme en la composición de mi nuevo papel, me pidió que fuera a verlo bailar en el Savoy, de Londres. Era muy tarde cuando, después de cenar, bajamos al salón donde Félix -a quien apodaban “el loco”- se puso a bailar. Le observaba con admiración y estupefacción, boquiabierto, meditando sobre aquella aparente fuerza de la naturaleza detrás de la cual se presentía el instinto impetuoso de un semisalvaje.
Sin hacerse rogar, Félix ejecutó baile tras baile y cantó con voz gutural y nostálgica  acompañándose con la guitarra. Me sentía entusiasmada: olvidé que nos hallábamos en la sala de un gran hotel hasta que los camareros, en voz baja, nos hicieron notar que era demasiado tarde y que el espectáculo debía terminar. También se dirigieron los empleados a Félix, pero este no les hizo caso: su espíritu volaba muy lejos. Con las luces apagadas siguió como un poseso..."
 Pero al final no bailó en el estreno de la obra y literalmente acabó de enloquecer…. 
Cuando ve que en los carteles su nombre no aparece por ninguna parte,  abandona el teatro enloquecido, entra en la iglesia de St. Martin in the Fields y ante el altar rompe a danzar  hasta caer exhausto. A partir de entonces Félix pierde la razón y es internado en un hospital  de Epson en el que le diagnostican esquizofrenia catatónica  permaneciendo internado hasta su muerte en 1941, es decir 33 años después.
Me hubiera gustado conocer a Diaghilev quien seguramente era insoportable en el trato y por esas cosas de la vida de algún modo hemos estado en “contacto”. 
Vi muchos de sus “objetos” en un par de oportunidades, la muestra de hace 20 años de decorados y vestuarios de los “Ballets Russes” en el Metropolitan Museum de New York adonde  aún hoy sorprenden los colores salvajes y apabullantes de hace casi un siglo y en 2001 en el Museo D´Orsay de Paris en la enorme exposición “Nijinsky” de la que emergía casi sin nombrarlo el hombre que lo convirtió en leyenda. 
Y hay una más. 
Visitando el cementerio de Venecia hace años, me encontré con una pequeña tumba olvidada por la gente, sin una flor, sucia y  llena de polvo. 
Allí recordé el relato de  Vladimir Fedorovski en "La historia secreta de los Ballets Rusos". 

"Unos días antes del 19 de agosto de 1929 día de la muerte de Monsier D.,  Serge Lifar, quien pasados cinco años juntos , ya amaba a Diaghilev, se alarmó con el pedido de un médico ruso que lo atendió en Venecia de cambiar la posición de su cama de enfermo. 
Era un signo de muerte inminente. 
El 18 de agosto, Lifar hizo venir un cura ortodoxo de la iglesia griega con sede en La Serenìsima...
Diaghilev entró en coma profundo.
Cuando "dio su último suspiro", Lifar estaba a su lado derecho, Boris Kochno (su secretario, y también amante ), a la izquierda. 
Missia Sert, permaneció parada a sus pies.
Y, una vez muerto, de la tragedia a la tragicomedia: Lifar y Kochno pasaron a disputarse el cuerpo sin vida. 
Rodaron por tierra, y se mordieron como perros.
 Kochno perdìo la batalla y tuvo que contentarse con ocuparse del funeral junto con Missia, y Lifar se encerró solo con el cadáver. 
Coco Chanel , quien salió de la habitación por unos minutos y no estuvo en el preciso momento del deceso, dio el dinero necesario para una ceremonia digna.
No obstante, en el entierro, Lifar y Kochno volvieron a encontrarse en la primera de las tres góndolas, en la que iba el féretro. 
El cortejo arribó al cementerio ruso de la isla San Michele, los dos portaron el ataúd, de rodillas, hasta la tumba…a la cual intentó lanzarse Lifar en gesto de una teatralidad suprema... que Diaghilev hubiera detestado...
Y allí están los restos de Sergei Diaghilev desde su muerte a los 57 años en 1929. 
Se dice que terminó pobre, un sobretodo comido por la polillas y un par de zapatos agujereados...
Casi no tenla dinero en el banco, estaba en la ruina quien manejó millones... y si no fuera por Chanel tal vez habrían tenido que recurrir a la caridad pública para las exequias...
Alguien dijo:
 “Aquí en el cementerio de la isla de San Michele los extranjeros mueren más definitivamente y ya nadie los recordará…” parece que la profecía se está cumpliendo.
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Vestuario original en exposición

Retrato de Diaghilev pintado en 1904 por Valentín Serov

Vestuario original en exposición



Diaghilev en sus últimos años

Crónica de un niño golpeado



En  2013 se cumplieron 63 años del estreno de “Los Olvidados “de Luis Buñuel - declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad- lo que se verá reflejado en diversas muestras y homenajes. Sin ir más lejos, las los festivales de Cannes y San Sebastián, pelearon por reestrenarla en su versión restaurada.
La historia, que tal vez muchos recuerden, se centra en el Jaibo, un adolescente que escapa de un “reformatorio”  y se reúne en el barrio con sus amigos. Junto con Pedro y otro niño, trata de asaltar a Don Carmelo. Días después, el Jaibo mata en presencia de Pedro al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al correccional. A partir de este incidente, los destinos de Pedro y de Jaibo estarán trágicamente unidos…
Colaborando en la preparación de una muestra- con el Festival de cine de Huesca- de películas iberoamericanas con protagonistas infantiles de los que nunca más se supo (o directamente desaparecieron) estuve revisonando entre otras “Pixote” (1981), “Marcelino pan y vino”(1954), “El Bola” (2000) y “Crónica de un niño solo”(1965)
El disparador mental fue esta última. Se estrenó en Montevideo en enero de 1970 en el Radio City. La vi entonces y fue una sorpresa para el cine argentino de esa época “ver” la vida en un reformatorio, la huída y los golpes soportados por un niño con un realismo tal que lo acercaba a los films italianos de unos años atrás.
El intérprete, Diego Puente, hará sólo dos películas más como actor de reparto para dedicarse luego a la dirección de arte, cosa que hace hasta el presente.
El recuerdo vino fuerte, como ha venido otras veces y por otras razones.
Yo fui un niño golpeado.
 Antes de cumplir los 7 años mi padre quiso matarme- literalmente- dos veces. Una a los 4 años agarrándome por los tobillos y metiéndome de cabeza en un piletón de cemento lleno de agua. La otra vez a los 6 años tirándome contra una pared  lo que me provocó hematomas varios y un estado de confusión general que duró un par de días.
No me llevaron al médico y nunca se habló de ello. Los castigos fueron por estar jugando con títeres de guante en la primera oportunidad- algo que tenía prohibido- y por cruzar la calle sin permiso en la otra.
De eso no se hablaba en la década del 50´. Yo creí por mucho tiempo que era lo que merecía. Es tal el poder de los golpes que logra hasta eso, que de víctima uno se sienta el peor de los culpables.
Hoy se habla más, pero no es suficiente. Los niños no hablan o si hablan muchas veces no les creen y las familias callan. Y los abusos paralizan por años, o para siempre, a todos.
Cuando veo “El polaquito”(2003)  o reveo “Crónica de un niño solo” que se centran en niños marginados pienso en las muchas historias de otros niños de clase media ( la ya legendaria clase media uruguaya de los 50 y 60s!) que seguramente pasaron por lo mismo y callaron, como lo hice yo hasta ahora.
El cine nos muestra historias a veces apasionantes, a veces menores y aburridas. Siempre creo que se quedan cortas ante lo que sucede en la vida real.
Sentir vergüenza por unos moretones e inventar ante los otros niños de la escuela que fue un golpe en la vereda puede ocultar un drama doméstico del que se sigue sin hablar.
Sentirse el más infeliz del mundo a los cuatro años es una carga muy pesada.
Eso si, tantos años después, recuerdo que mientras estaba con medio cuerpo sumergido  en el agua e instintivamente trataba de zafar, no tenía miedo, algo me decía que iba a salir. Y salí.
 Por fin ahora, puedo contarlo sin terror, miedo ni vergüenza.
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Este soy yo ( con tres años) en Punta del Este,  frente a Isla Gorriti...sin árboles todavía!/ 1954